El edificio de Rectoría, rehén de una simulación

“Casa del estudiante”, vandalismo sin legitimidad
Fernanda Ruíz
Durante décadas, el edificio central de Rectoría de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMéx) ha sido mucho más que un inmueble histórico. Ha sido símbolo de la autonomía, la resistencia, la inteligencia crítica y la defensa de la educación pública.
Hoy, ese mismo símbolo está secuestrado, no por un movimiento estudiantil legítimo ni por causas justas, sino por grupos ajenos a la comunidad universitaria que lo han convertido en refugio del desorden, la confrontación y el vandalismo.
Se autodenominan “casa del estudiante”, pero ni son casa, ni son estudiantes. No representan intereses académicos, no están matriculados, ni contribuyen a la vida universitaria. Ocupan un espacio histórico sin legitimidad, sin proyecto y sin otro objetivo que la provocación. El verdadero rostro de esta toma no es el de la protesta, sino el de la impunidad.
En el discurso, esta ocupación se justifica como un acto de resistencia o defensa de derechos estudiantiles. Pero en los hechos, se trata de una simulación activista que ha deteriorado no solo el edificio, sino el debate público.
En su interior no hay asambleas, ni proyectos culturales, ni tutorías. Lo que hay son puertas forzadas, ventanas rotas, grafitis en muros históricos y un abandono absoluto del cuidado patrimonial.
La comunidad universitaria la real, la que estudia, investiga, enseña y trabaja ha sido excluida de ese edificio por más de un año. ¿Con qué derecho?
Ante este escenario, la UAEMéx ha lanzado una consulta interna para definir el futuro del edificio de Rectoría. Aunque la medida llega con retraso, es una oportunidad para que la universidad recupere lo que es suyo: su historia, su dignidad y su espacio.
El llamado a la comunidad universitaria no debe ser solo para opinar, sino para alzar la voz con claridad frente a esta toma ilegítima. El edificio no puede seguir siendo refugio de quienes no estudian, no aportan, no construyen.
Las autoridades universitarias han sido, hasta ahora, extraordinariamente pacientes. Pero la permisividad también tiene un límite.
El patrimonio histórico de una universidad pública no puede estar a merced del chantaje social disfrazado de activismo.
Tampoco puede seguirse tolerando una toma indefinida de un edificio central por personas sin vínculo académico alguno. Si esto ocurre en una universidad pública, ¿qué mensaje estamos enviando a las nuevas generaciones?
Defender la autonomía universitaria no es permitir que se destruya su patrimonio, sino resguardarlo para que siga sirviendo a generaciones de estudiantes verdaderos.
El Edificio de Rectoría no puede ni debe convertirse en el monumento al vacío político, ni en símbolo de una falsa causa que solo desgasta la imagen institucional.
La Universidad tiene derecho y obligación de recuperar su espacio, su historia y su dignidad.
La “casa del estudiante” debe dejar de ser el refugio de oportunistas y activistas de cartón, para volver a ser la casa de todos los que sí estudian, enseñan, trabajan y construyen futuro.
La consulta convocada por la UAEMéx debe ser el primer paso. El segundo, la acción institucional firme.
Porque la universidad no puede ser rehén de quienes no creen en ella
