Estado de México

Jóvenes del Estado de México dejan de trabajar y estudiar ante comodidad de apoyos del Bienestar

Programas sociales alivian la pobreza, pero fomentan dependencia y desinterés entre nuevas generaciones; especialistas alertan sobre un problema que amenaza la productividad y el tejido social.

Fernanda Ruíz

En distintas regiones del Estado de México, desde Ecatepec hasta Ixtlahuaca, se repite una escena que preocupa a padres de familia, maestros y empresarios: jóvenes que ni trabajan ni estudian, sostenidos por los ingresos familiares provenientes de los programas sociales del Bienestar.

Aunque estas políticas públicas han reducido la pobreza en comunidades marginadas, también están generando una cultura de dependencia y pasividad, especialmente entre adolescentes y jóvenes adultos que ya no buscan un desarrollo personal ni laboral.

“En mi casa todos reciben algo: mi mamá la pensión, mi hermana el apoyo de madres trabajadoras y mis abuelos también. Con eso vivimos. Para qué trabajar por mil pesos si te tratan mal”, comenta Kevin, joven de 22 años de Ecatepec que dejó la preparatoria hace dos años.

Su testimonio ilustra un fenómeno silencioso que se extiende por todo el territorio mexiquense, desde municipios urbanos hasta zonas rurales, donde los apoyos económicos se han convertido en el principal sustento de miles de hogares.

El fenómeno de los ‘ninis’ crece en el Estado de México, de acuerdo con el INEGI, el 23 por ciento de los jóvenes mexiquenses entre 18 y 29 años ni estudia ni trabaja, una de las cifras más altas del país.

Los especialistas advierten que esta realidad no solo refleja carencias económicas, sino también un cambio cultural: la normalización de vivir del apoyo gubernamental sin aspiraciones de movilidad social.

“El joven deja de aspirar, de esforzarse, porque el hogar ya depende del programa. Es una cadena de dependencia que también le resulta funcional al gobierno, pues mantiene un control político sobre los beneficiarios”, señala el sociólogo Luis Zamora, de la Universidad Autónoma del Estado de México.

Empresarios y comerciantes enfrentan escasez de mano de obra, en colonias de municipios como Chalco, Nezahualcóyotl, Tecámac y Tlalnepantla, pequeños negocios enfrentan dificultades para contratar personal joven.

“Les ofreces trabajo y te dicen que no, que con lo que da el gobierno están bien. Pero no se dan cuenta de que eso no es para siempre”, explica Rosa María Vargas, dueña de una panadería en Tecámac.

Este desinterés, dicen los comerciantes, ha afectado la operación diaria de talleres, tiendas, restaurantes y obras, donde cada vez es más común contratar a adultos mayores o migrantes internos para suplir la falta de jóvenes dispuestos a trabajar.

Un riesgo social y económico a largo plazo, el fenómeno preocupa por sus implicaciones en la economía local y en la cohesión social.

Expertos advierten que una generación sin hábitos de trabajo ni educación formal difícilmente podrá integrarse en el futuro a empleos bien remunerados o productivos, lo que profundizaría la desigualdad.

“El apoyo debe ser un puente, no una hamaca. Si el gobierno no complementa los programas con oportunidades reales de capacitación y empleo, estará alimentando una pasividad estructural”, advierte el economista Ricardo Morales, especialista en políticas públicas.

Un reto que el gobierno evita reconocer, mientras las autoridades federales y estatales presumen cifras récord de inversión social, poco se habla del efecto cultural que generan esos apoyos.

Analistas y docentes coinciden en que es necesario vincular los programas sociales con proyectos de formación técnica, becas laborales o incentivos productivos, para reactivar la cultura del esfuerzo y evitar que el bienestar se convierta en una forma de dependencia.

En tanto, miles de jóvenes mexiquenses permanecen al margen del estudio y el trabajo, sostenidos por un sistema que promete justicia social, pero que, en la práctica, corre el riesgo de anular la voluntad de progreso de toda una generación

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