El mayor ataque de Ucrania en suelo ruso descubrió una nueva amenaza con drones. China acaba de multiplicarla sin querer

En 2024, Ucrania logró entrar camiones disfrazados de casas móviles en terreno ruso. Fue el origen de lo ocurrido en junio de 2025, cuando la operación Spiderweb se activó dando lugar al mayor ataque de Kiev sobre Moscú desde el inicio de la invasión en Ucrania. La ofensiva, además, escenificó el futuro de las contiendas.
China ha dado un paso más en esa amenaza marcada por los drones.
Espectáculo convertido en amenaza. Lo contaban los analistas en The War Zone. China, a través de la empresa DAMODA, ha presentado un sistema containerizado diseñado en principio para espectáculos de luces con drones, pero cuyo concepto revela profundas implicaciones militares. El Automated Drone Swarm Container System es capaz de desplegar y recuperar cientos (potencialmente miles) de pequeños drones cuadricópteros de forma automática, en cuestión de minutos y con un solo operador.
Aunque el objetivo declarado es el entretenimiento, el sistema encapsula la lógica de cómo un simple contenedor puede transformarse en un lanzador portátil de enjambres con capacidad de saturar cielos y objetivos a voluntad. Lo que hoy es un show viral en redes sociales, mañana puede ser un arma devastadora en el campo de batalla.
Del Guinness a la guerra. DAMODA ya ostenta el récord mundial con más de 11.000 drones en vuelo simultáneo en un espectáculo coordinado. Ahora, con este sistema modular de racks extensibles, cada contenedor puede alojar al menos 648 drones, listos para despegar y aterrizar de manera sincronizada.
Los drones vuelven de forma automática a sus posiciones y recargan en el propio sistema, lo que permite repetición constante con mínima intervención humana. La promesa para el mercado civil es rapidez, portabilidad y reducción de costes, pero desde la perspectiva militar lo que se muestra es la capacidad de convertir un camión o un contenedor en un multiplicador de fuerza, camuflado en apariencia inocua.
Los precedentes. El paralelismo más inmediato lo encontramos en la guerra de Ucrania. Como decíamos al inicio, a mediados de 2024, Kiev llevó a cabo la llamada Operación Spiderweb, donde contenedores disimulados como cobertizos o casas móviles se emplearon como lanzadores encubiertos de drones kamikaze. Aquellos ataques contra aeródromos en el interior de Rusia dañaron o destruyeron decenas de aviones, incluidos estratégicos bombarderos de largo alcance.
El golpe fue tan grave que el Pentágono estima la pérdida de al menos diez de estos aparatos. Algo similar ocurrió en Oriente Medio, cuando comandos israelíes usaron estructuras encubiertas para lanzar drones y misiles contra objetivos en Irán durante el inicio de la guerra de doce días. Ambas operaciones evidencian que el contenedor, la infraestructura más banal y ubicua del comercio global, puede convertirse en un vector letal de proyección de poder.
El potencial militar. Si se extrapola el diseño civil al terreno bélico, el concepto se transforma en un arma de enjambre de bajo coste con efectos de saturación. Varios camiones equipados con estos contenedores podrían lanzar simultáneamente centenares o miles de drones con misiones diversas: desde exploración y reconocimiento hasta guerra electrónica, interferencia de radares o ataques cinéticos con pequeñas cargas explosivas.
Bastaría un número reducido de sistemas para arrasar una base aérea, inutilizar radares o cubrir un frente urbano con enjambres letales. Su despliegue en escenarios donde las líneas de control son difusas, como ciudades en guerra, permitiría un uso devastador y casi imposible de frenar con defensas tradicionales.
El reto de la defensa. La dificultad para repeler un ataque masivo de enjambres se multiplica con cada avance en autonomía e inteligencia artificial. Un enjambre con capacidad de búsqueda y destrucción autónoma podría penetrar refugios, hangares o edificios en busca de objetivos, superando las limitaciones de ataques preprogramados. Pensemos que los sistemas antiaéreos convencionales, diseñados para interceptar amenazas puntuales, se ven desbordados frente a centenares de drones simultáneos.
Las armas de energía dirigida, como láseres o microondas, ofrecen soluciones parciales pero limitadas por alcance, dirección y potencia. Una de las pocas alternativas eficaces es responder con otro enjambre defensivo de drones interceptores, capaces de crear una barrera móvil en el cielo. Aun así, la asimetría coste-eficacia juega a favor del atacante: mientras un misil interceptor puede costar millones, cada dron suicida apenas alcanza unos miles de dólares.

Representación de un sistema de lanzamiento en contenedor para las municiones de merodeo de la familia Hero del contratista alemán Rheinmetall, como otro ejemplo de un concepto relevante que se ha mostrado anteriormente
Un show en la contienda. El gran riesgo es que lo que hoy se despliega como espectáculo cultural o turístico puede transformarse sin apenas modificaciones en un arma de guerra. El camuflaje, a priori, es perfecto: un contenedor de carga estándar, transportado en tren, camión o barco, no levanta sospechas hasta que, en minutos, se convierte en un enjambre letal.
Esto multiplica el desafío estratégico para bases aéreas, puertos y ciudades próximas al frente, donde un solo contenedor infiltrado podría infligir un daño comparable al de una salva de misiles de crucero. En guerras donde la sorpresa y la saturación son claves, esta suerte de “caja de drones” emerge como el equivalente contemporáneo de una bomba de racimo inteligente, con flexibilidad y precisión inéditas.
Amenaza global en ciernes. Lo cierto es que China no es el único país en explorar este terreno. Empresas y contratistas de defensa en Estados Unidos y Europa también trabajan en conceptos similares, algunos incluso pensados para lanzadores navales. El debate en la Marina estadounidense ya plantea instalar enjambres containerizados en buques para defensa y ataque, lo que muestra la inevitabilidad de esta transición.
El precedente chino y la guerra en Ucrania señalan que el futuro próximo de la guerra aérea no está solo en los grandes cazas de sexta generación ni en los misiles hipersónicos, sino en enjambres de bajo coste capaces de desbordar cualquier defensa.
La paradoja. El Automated Drone Swarm Container System de DAMODA es, oficialmente, un producto civil para iluminar los cielos en celebraciones. Pero lo que proyecta, más allá de sus coreografías luminosas, es un inquietante espejo del futuro de la guerra.
Cada espectáculo viral es, a la vez, un ensayo de lo que puede ocurrir en el campo de batalla: la sustitución de la potencia concentrada por la saturación distribuida, el reemplazo del misil de millones por centenares de drones de bajo coste, el tránsito de la guerra tecnológica a la guerra masiva de enjambres. La frontera entre entretenimiento y destrucción nunca ha sido tan tenue.
Imagen | Domada, Rheinmetall