Opinión

POR: EL HUSMEADOR

Sombras en el umbral: La deuda con las mexicanas

En México, el feminicidio no es un eco lejano de tragedias pasadas, sino una herida abierta que sangra día a día. Según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), de enero a agosto de 2025 se registraron 444 casos a nivel nacional, lo que equivale a un promedio de 1.8 mujeres asesinadas por razones de género cada 24 horas. Esta cifra, aunque muestra una ligera desaceleración respecto a años previos —con una reducción del 26.5% en los primeros 100 días del gobierno de Claudia Sheinbaum, de septiembre a diciembre de 2024—, sigue siendo un grito de alerta: en lo que va del año, el país acumula más de 500 víctimas si se incluyen estimaciones de subregistro por organizaciones como el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio (OCNF), que duplican las oficiales en algunos periodos. Cada número es una historia truncada, una familia destrozada, un fracaso colectivo en la promesa de igualdad.

Pero el foco de esta oscuridad se intensifica en el Estado de México (Edomex), la entidad que, pese a sus alertas de violencia de género activas desde 2015 en 11 municipios, se mantiene como el epicentro de la impunidad. En los primeros ocho meses de 2025, el Edomex reportó 40 feminicidios, el mayor número a nivel nacional, seguido de Chihuahua con 26 casos. Esta cifra representa casi el 9% del total país, y si extrapolamos a septiembre —con datos preliminares del SESNSP—, podría superar los 50 casos anuales. La Fiscalía General de Justicia del Estado de México (FGJEM) presume avances, como una judicialización del 89.91% en 913 casos desde 2017, pero la realidad es cruda: solo uno de cada cuatro homicidios de mujeres se tipifica correctamente como feminicidio, dejando 315 víctimas sin justicia plena. De enero a julio, el estado acumuló 36 feminicidios, con siete de ellos contra niñas y adolescentes, lo que posiciona al Edomex como un territorio donde la niñez femenina no escapa al terror machista.

Dentro de esta geografía del horror, cinco municipios emergen como los más letales para las mujeres, según reportes del SESNSP y análisis locales actualizados a 2025: Ecatepec, Toluca, Nezahualcóyotl, Chimalhuacán y Chalco. Ecatepec, con alerta de género desde 2015, lidera con al menos 10 casos en el primer semestre, un bastión histórico de violencia donde, entre 2011 y 2015, se concentró más del 20% de los feminicidios estatales, superando incluso a Ciudad Juárez en su peor época. Toluca, la capital, registra tasas de 0.99 feminicidios por cada 100 mil mujeres, con picos en enero y septiembre, donde el transporte público y espacios periféricos se convierten en trampas mortales. Nezahualcóyotl y Chimalhuacán, ambos con doble alerta por desapariciones, suman colectivamente 15 casos en 2025, impulsados por la colusión entre crimen organizado y violencia doméstica. Chalco cierra la lista con un incremento del 20% interanual, donde el subregistro agrava la vulnerabilidad rural. Estos focos rojos no son casuales: comparten hacinamiento, pobreza extrema y una respuesta institucional fragmentada, donde las «células violeta» prometidas tardan horas en llegar, no minutos.

Frente a esta avalancha de datos, las promesas de las líderes suenan como un bálsamo prometedor, pero la brecha entre el discurso y la acción es un abismo. Claudia Sheinbaum, al asumir la Presidencia en octubre de 2024, juró una «República de las Mujeres» con énfasis en prevención y cero impunidad: lanzó la campaña «Es tiempo de mujeres sin violencia», impulsó reformas constitucionales para fiscalías especializadas contra feminicidios y fortaleció modelos preventivos en entidades federativas. En sus 100 días, reportó una baja del 26.5% en feminicidios nacionales, gracias a la Estrategia Nacional de Seguridad que incluye capacitación en perspectiva de género y coordinación con estados. «Ni un feminicidio más, ni un golpe más», proclamó en el 8M de 2025, proponiendo 10 acciones como foros para erradicar la brecha salarial y violencia en escuelas. Sin embargo, el recorte presupuestal del 10% en políticas de género para 2025 —afectando refugios y el PAIMEF— y la persistencia de 444 casos en ocho meses cuestionan si la «cero impunidad» es más retórica que realidad. En el Edomex, la colaboración federal ha sido tibia: pese a las exigencias de presupuesto estatal propio, la entidad sigue liderando las estadísticas, con subregistro que las defensoras llaman «confusión jurídica».

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En el plano estatal, Delfina Gómez, gobernadora desde septiembre de 2023, llegó con un arsenal de compromisos: seis acciones concretas contra feminicidios, como fortalecer la Policía de Género con recursos ilimitados, crear «Células Violeta» para respuesta en 20 minutos, conectar cámaras y botones de pánico al C5, y audiencias inmediatas con familias de víctimas. «Cueste lo que cueste, erradicaremos esta plaga social», aseguró en campaña, prometiendo cero impunidad en feminicidios y delitos sexuales, y el «Operativo Violeta» para patrullajes en zonas de riesgo. En 2024, reportó una baja del 17.9% en feminicidios (de 95 a 78 casos), la menor incidencia desde 2018, con 184 homicidios dolosos de mujeres (-31%). Pero en 2025, los 40 casos hasta agosto contradicen el avance: las células tardan en desplegarse en municipios como Ecatepec, y las 11 alertas de género —sin homologación penal— siguen inoperantes. Las madres buscadoras denuncian carpetas inconclusas y una «revisión permanente» que no llega, mientras el Edomex acumula 1,030 feminicidios desde 2015 sin justicia plena.

Las promesas de Sheinbaum y Gómez, ambas pioneras en romper techos de cristal, chocan con una realidad donde el machismo estructural devora avances. La coordinación federal-estatal es clave, pero el recorte presupuestal nacional y la fragmentación municipal en Edomex diluyen esfuerzos. No basta con campañas o operativos; urge homologar tipificaciones, invertir en refugios y juzgar con perspectiva interseccional. México no puede ser una «República de las Mujeres» si sus hijas mueren en silencio. Es hora de que las palabras se conviertan en sentencias firmes, no en epitafios. Las mexicanas merecen caminar sin miedo, no solo prometerlo.

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