El rearme en Europa tiene un plan insólito y un perdedor inesperado: se comprarán cazas, tanques y fragatas, pero no a EEUU

Si la pregunta es cómo va el rearme en Europa, la respuesta ahora mismo ha dado un giro inesperado. En el verano contamos que el viejo continente se había dado cuenta de que debía empezar por las carreteras y que, llegado el caso, podía encontrarse con un problema derivado de industrias que compiten por los mismos engranajes: los coches y los trenes. Sin embargo, de lo que había pocas dudas era de que Estados Unidos estaba esperando empezar a firmar contratos.
Hasta que ha aparecido un plan B.
El giro estratégico de Alemania. Sí, Alemania ha decidido emprender un ambicioso programa de rearme valorado en más de 80.000 millones de euros, que marcará un cambio profundo en el equilibrio industrial de defensa en Europa. Según documentos obtenidos por Politico, Berlín planea firmar 154 contratos de gran envergadura entre septiembre de 2025 y diciembre de 2026, modernizando todas las ramas de sus fuerzas armadas.
Sin ayuda americana. Sin embargo, si por algo sorprende el plan germano es porque prácticamente busca prescindir de Washington. Los documentos hablan de que apenas el 8% de esas adquisiciones irá a parar a la industria estadounidense, en contraste con el papel de Alemania como uno de los principales clientes de Washington en los últimos años. Si en 2023 Berlín llegó a comprar casi 14.000 millones de dólares en material militar estadounidense, ahora opta por reforzar la base industrial europea.
De hecho, la mayor partida presupuestada es para el programa de fragatas F-127, diseñado por la alemana TKMS, con un coste estimado de 26.000 millones de euros. El Eurofighter Tranche 5, los vehículos Boxer de Rheinmetall, un nuevo destructor de ruedas, la modernización del misil de crucero Taurus o la apuesta por sistemas nacionales de defensa aérea como el IRIS-T completan el retrato de una estrategia que prioriza la autonomía industrial europea frente a la dependencia transatlántica.

Eurofighter Tranche 5
La balanza transatlántica. Esta reorientación choca con los deseos de Trump, que tras sellar un acuerdo comercial con Ursula von der Leyen proclamó que la UE compraría “cientos de miles de millones” en armas estadounidenses. Pero en Europa las decisiones son nacionales, no de Bruselas, y Berlín envía una señal inequívoca de que el músculo financiero se volcará en la industria continental.
La compra de Patriot estadounidenses y algunos misiles complementarios apenas alcanzará los 6.800 millones de euros, mientras la mayor parte de los recursos irá a programas europeos, incluso a proyectos problemáticos como el Eurodrone, que pese a retrasos y sobrecostes recibe fondos adicionales. Dicho de otra forma, Alemania consolida así su papel como locomotora del rearme europeo, no solo modernizando su ejército sino también marcando el camino a seguir para el conjunto de la Unión.
Alemania como líder del rearme. En paralelo a su propio plan, Berlín ha presentado a Bruselas una propuesta de alcance continental, recogida en un documento filtrado por el Financial Times. Allí reclama convertirse en el motor de la respuesta europea a la amenaza rusa, impulsando la creación de “coaliciones de capacidades colectivas”: grupos de países que desarrollen y adquieran conjuntamente sistemas de armas en áreas prioritarias como la defensa antiaérea.
Alemania afirma estar lista para asumir el liderazgo y pide que los proyectos se centren sobre todo en proteger el flanco oriental de la UE, hoy la zona más expuesta ante Moscú. Para lograrlo, propone que la Agencia Europea de Defensa se transforme en la plataforma central de coordinación y “emparejamiento” de necesidades, con todos los gobiernos obligados a compartir datos para identificar carencias y evitar duplicidades.
Apertura hacia Ucrania y tensiones. El plan alemán tiene un matiz político significativo: a diferencia de París, que defiende un proteccionismo industrial europeo estricto, Berlín quiere que estos proyectos estén abiertos a Ucrania y a terceros países elegibles, reforzando la integración de Kiev en la arquitectura de defensa occidental.
Se trata, por tanto, de un claro pulso con Francia, pero también de un guiño a Europa del Este, que demanda un rearme ágil y eficaz ante la amenaza rusa. Al mismo tiempo, Alemania pide suavizar las reglas de ayudas de Estado y competencia, para que las industrias puedan aumentar su producción de armamento de manera rápida en caso de conflicto, incluso con cierta desregulación que permita responder a un “estado de defensa” de emergencia.
El debate del dinero. En el terreno financiero, Berlín rechaza frontalmente la idea de mutualizar deuda europea, como reclaman los países del sur, y apuesta por utilizar instrumentos ya existentes: un esquema de préstamos por 150.000 millones de euros, un programa de subsidios de 1.500 millones todavía en negociación y las aportaciones de los presupuestos nacionales. Con ello se asegura que cada país mantenga responsabilidad fiscal propia mientras se impulsa el rearme común.
El horizonte estratégico. Si se quiere también, Alemania, que hasta hace poco fue criticada por su tibieza y dependencia energética de Rusia, parece estar ante un giro radical que la posiciona ahora como el centro de gravedad del rearme europeo. Su plan interno de 83.000 millones de euros, unido a su aspiración de liderar la coordinación armamentística de la UE, dibuja un panorama en el que Berlín busca tanto reforzar su Bundeswehr como forjar una base industrial continental que pueda sostener la defensa europea sin depender de los vaivenes de Washington.
El mensaje, a priori, parece claro: mientras la guerra en Ucrania se prolonga y Rusia sigue siendo la principal amenaza, Alemania pretende ser el país que no solo rearme su ejército, sino que marque la pauta del resto de Europa en su conjunto.
Imagen | U.S. Army Europe, André Gerwing
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