Leer más no es leer mejor: hay más hábito de lectura, pero la complejidad de los libros ha bajado
No es lo mismo leer mucho que leer bien, del mismo modo que no todos los libros son iguales. Algunas de esas conclusiones se pueden sacar de una serie de estadísticas recientemente publicadas y que analizan hábitos lectores tanto en Estados Unidos como en España. Curiosamente, las tendencias en España parecen contradecir las del resto del mundo, pero… ¿es necesariamente una noticia positiva?
Descenso global. Contaba Antonio Ortiz en su newsletter ‘Causas y azares’ que ha habido un descenso global en los hábitos de lectura. Según el Bureau of Labor Statistics de EE.UU., el tiempo dedicado a la lectura por placer cayó de 23 minutos en 2003 a 15 minutos en 2018, un 40%, y la tendencia siguió reduciéndose hasta solo un 16% de población que lee a diario en 2023, como explica el New York Times en español. En Reino Unido, el National Literacy Trust encontró que en 2023 solo el 47% de los adolescentes dijeron leer de forma regular por disfrute, bajando del 60% en 2005.
El contraste ibérico. En España los datos son más positivos: el Barómetro de Hábitos de Lectura 2024 del Ministerio de Cultura de España indica que el 65,5% de los lectores lo hace por ocio, lo que representa el mayor porcentaje en serie histórica. Y el 70,3% lee libros en general. Además, por franjas de edad, la de 14 a 24 años representa a los mayores lectores (82,1%), mientras los índices bajan en mayores de 55 años, lo que indica que se está cimentando un hábito de lectura en los jóvenes que dará una población adulta más lectora. ¿Tiene sentido esa perspectiva, son datos esperanzadores para la lectura en España?
Motivos para dudar. Esos datos pueden estar inflados por el sesgo social: cuando se responde a encuestas, las personas tienden a sobrerreportar actividades consideradas “cultas” como leer, y subreportar las percibidas como “banales”, como puede ser ver la televisión y pasar tiempo con el móvil. ¿Y por qué dudamos? Porque el prestigio social de leer sigue vigente (como reflejó la polémica con María Pombo), y mediciones recientes, como el Eurobarómetro 2025, hablan de que España es uno de los países europeos donde más personas vinculan la lectura con ser “más culto e inteligente”, lo que probablemente explique cierta inflación en las respuestas.
Frases más cortas, lecturas más simples. Por ejemplo, como también señala Ortiz, ‘The Economist’ ha detectado que el vocabulario y estructura gramatical de los best-sellers se han simplificado entre los años treinta y hoy: las frases son un 30% más cortas debido a la menor cantidad de oraciones subordinadas. Y hay más: investigaciones académicas como las del Proyecto Coh-Metrix de la Universidad de Memphis han medido que la legibilidad promedio de los best-seller actuales equivale al nivel high school junior (16-17 años), mientras que en los años sesenta y setenta era más cercano al nivel universitario inicial (Coh-Metrix).
En el plano escolar, datos del National Center for Education Statistics muestran que el vocabulario activo de los adolescentes en inglés escrito se ha reducido comparado con décadas atrás. Y, en fin, ensayos como ‘Reader, come home’ de Maryanne Wolf advierten sobre cómo la lectura fragmentada en medios digitales empobrece la capacidad de lectura profunda.
Presumimos más de lo que leemos. Si combinamos estos datos con otros, que nos dicen que la UNESCO estima que apenas el 5% de la población lee un libro al mes o que el 40,3% de los españoles declara no leer nunca o casi nunca, una cifra constante en la última década, nos encontramos con una situación ciertamente contradictoria. Nos gusta presumir de que leemos, pero son datos quizás engordados por nuestra propia percepción. Y además, son lecturas de una complejidad mucho menor a la de hace unas décadas. Con lectores así, quién necesita a María Pombo.
Cabecera | Clay Banks en Unsplash