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Dos soldados rusos escondidos escribieron algo inédito a un dron. Ese día en Ucrania cambiaron las reglas de las guerras

La escena tuvo lugar hace varias semanas, pero los soldados ucranianos siguen recordándola porque no pueden creer lo que vieron. Un dron había avistado a dos soldados rusos atrapados en un refugio, quienes salieron a la entrada del escondite y escribieron un mensaje en letras cirílicas azules en un cartel blanco improvisado mientras lo agitaban frenéticamente hacia la máquina: “nos rendimos”, decía. Lo que siguió fue una escena donde el dron los dirigió hasta las fuerzas ucranianas.

Porque los drones hacen prácticamente todo lo que antes hacían los soldados.

Panorama general y avance acelerado. La guerra de drones en Ucrania ha pasado de ser un factor táctico emergente a convertirse en el elemento definitorio del conflicto: lo que comenzó como pruebas y operaciones puntuales ha evolucionado hasta reformar la manera en que se combate, se mantiene la línea y se protege la retaguardia. 

El ejemplo concreto y sintomático lo describíamos al inicio, cuando un reconocimiento aéreo detectó a los soldados rusos atrincherados, se lanzó un vehículo terrestre cargado de explosivos que obligó a la rendición y, por primera vez, la acción ofensiva culminó sin contacto humano directo (soldados que se rinden guiados por robots), un hito que simboliza la velocidad y profundidad del cambio tecnológico y doctrinal en el teatro ucraniano.

Innovaciones y expansión de la “zona letal”. Las pequeñas (pero muy económicas) municiones aéreas (FPV kamikazes) y los robots de tierra han extendido la denominada “zona letal” mucho más allá de las distancias clásicas de fusil o mortero: hoy soldados y columnas pueden ser atacados con eficacia a seis, nueve y hasta decenas de kilómetros de la línea de contacto. 

Ese ensanchamiento ha transformado la geometría del combate: las avanzadas mecanizadas pierden movilidad operativa, las grandes formaciones se vuelven raras por su vulnerabilidad, y la táctica dominante son unidades ligeras y dispersas que minimizan pérdidas. La consecuencia humana es brutal: poblaciones de ciudades cercanas al frente se desploman, rutas logísticas se vuelven inseguras y muchas misiones rutinarias (suministro, evacuación) pasan a depender de plataformas no tripuladas.

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Robots logísticos y más. La proliferación de UGVs (vehículos terrestres no tripulados) y drones de carga ha convertido la logística en un ejército dentro del ejército: desde un Targan 2K que evacua a un soldado hasta enjambres que reparten munición, el objetivo es preservar vidas humanas sustituyendo tareas de máximo riesgo. Muchas brigadas financian y compran estos sistemas con donaciones civiles, de hecho, el Ministerio de Defensa ucraniano planea envíos masivos de decenas de miles de robots. 

Al mismo tiempo, las capacidades ofensivas de robots terrestres (asaltos, retirada de material enemigo, minado/desminado remoto) han experimentado un salto cualitativo, permitiendo operaciones que antes exigían equipos humanos especializados y que hoy se ejecutan en buena parte por máquinas.

El papel de las unidades élite. Aquí aparecen los regimientos especializados en sistemas no tripulados que han pasado a ocupar un lugar estratégico: son objetivo prioritario de los ataques rusos, pero también los factores que mantienen o quiebran frentes locales. 

Sus comandantes describen operaciones que destruyen la «vista» enemiga (pilotos y capacidades de control), el «aguijón» (drones atacantes) y la logística (depósitos, talleres), una estrategia integral que busca asfixiar la capacidad operacional de Rusia por atrás tanto como contenerla en el frente.

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Producción, escala y carrera. Lo hemos contado antes. La guerra ha mostrado que la ventaja no solo es táctica sino también industrial: se calcula que Ucrania y Rusia, antes de 2025, producían enormes cantidades de FPV. La escala requerida para sostener un ritmo ofensivo sostenido es astronómica (centenares de miles de unidades al mes, según algunos responsables). 

El Kremlin ha ordenado un gran ramp-up industrial. Y Ucrania también busca multiplicar su manufactura y apela a la industrialización civil-militar para alcanzar paridad. Esta competencia masiva convierte al dron en un nuevo vector de desgaste estratégico: quien produzca más y mantenga cadenas de suministro resilientes alcanzará ventajas decisivas en el tiempo.

Tecnologías disruptivas. Dos avances tecnológicos han marcado un antes y un después. Primero, los drones tethered por fibra óptica: al estar cableados, son inmunes a la interferencia radioeléctrica y solo pueden ser neutralizados por fuego directo, lo que los hace letales y psicológicamente demoledores para la infantería. 

Segundo, la integración de IA para guiado y capacidades semiautónomas que permiten a un drone cerrar la misión aun perdiendo el enlace con el operador. Esto eleva la precisión y reduce la dependencia del control humano en entornos saturados de guerra electrónica. Además, se ensayan cadenas de repetidores y transmisores que extienden el radio de control hasta 40 kilómetros, cambiando la frontera operacional de los sistemas aéreos.

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Límites y dependencia humana. Aun con la revolución tecnológica, hay límites claros: la meteorología, la dureza del terreno y la guerra electrónica siguen favoreciendo sistemas clásicos como la artillería y la labor humana en ciertas misiones. Por ejemplo, la artillería sigue siendo insustituible en condiciones adversas. 

Además, los operadores remotos no están exentos de peligro: cuando son detectados, se convierten en blancos prioritarios y sufren contraataques con armas convencionales y no convencionales. La guerra sigue necesitando capital humano (técnicos, analistas, artilleros), aunque su perfil y exposición cambian.

Impacto moral y estratégico. Qué duda cabe, el desplazamiento de tareas letales a máquinas plantea dilemas morales y prácticos: la captura de prisioneros inducida por robots, el robo de armas por UGVs, la automatización del despeje de minas, todo ello reconfigura reglas no escritas del combate y obliga a nuevas doctrinas, procedimientos legales y sistemas de responsabilidad. 

Estratégicamente, la proliferación de los drones ha contribuido a estancar avances rusos en varios frentes y ha propiciado éxitos operacionales ucranianos, pero también ha incentivado una escalada ofensiva en otros ámbitos (bombardeos masivos, lanzamientos de Shahed) que mantienen un carácter asimétrico y devastador.

Perspectiva futura. La mayoría de los analistas coincide en que si la producción puede escalar y la IA se integra con mayor sofisticación, la guerra no solo se hará más robotizada sino también más distribuida y menos predecible: veremos ataques en profundidad más frecuentes, lanzamientos encubiertos por plataformas nodrizas, y eventualmente formaciones en enjambre y tareas coordinadas entre tipos heterogéneos de UAS y UGV

No obstante, recordaban en Insider que los expertos del campo ucraniano insisten en una advertencia práctica: los drones no reemplazarán la artillería ni la infantería en tiempo adverso, son herramientas que, bien usadas, preservan vidas, pero mal gestionadas o sobrevaloradas, pueden crear brechas críticas

En última instancia, la guerra de drones en Ucrania es a la vez una revolución tecnológica real y un recordatorio de que la superioridad material y la capacidad industrial, junto a la valentía y la adaptación humana, dictarán quién puede sostener la presión en un conflicto que ya se juega más en pantallas que en trincheras.

Imagen | Ministry of Defense of Ukraine, АрміяInform, Picryl, Trydence

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