Un día, alguien pensó que un Mini con interior de Rolls-Royce era buena idea. Y lo que más sorprendió fueron… sus alfombrillas

El grupo BMW es particular. Desde hace poco más de 25 años, la firma de Baviera ha ido tomando otras compañías bajo sus brazos. En 1998, Rolls-Royce entraba a formar parte del mismo y solo tres años después, en 2001, Mini hacía lo propio.
A mediados de la década de los años 50, el mundo seguía de cerca la nacionalización egipcia del Canal de Suez. La decisión derivó, entre otras cosas, en una subida generalizada de los combustibles que afectó muy duramente a la industria del automóvil.
De aquella crisis nacieron modelos icónicos. El Fiat 500 fue uno de ellos. La respuesta británica llegaría con el Mini. Ambos casos compartían muchas similitudes: coches pequeños que priorizaban el espacio interior, muy prácticos para moverse por ciudad y con motores muy ajustados para posicionarse como vehículos asequibles y fáciles de mantener.
Salvando los condicionantes técnicos de aquellos años, en Mini consiguieron llevar el motor delante y situarlo transversalmente, todo un hito que lo diferenciaba del propio Fiat 500 pero también del Escarabajo, el otro gran superventas del momento. En ambos casos, el motor estaba situado en la zona trasera.
Casi de manera instantánea, el Mini ganó popularidad por su extrema ligereza y agilidad. Tanto que en 1964 consiguió hacerse con la victoria en el Rally de Montecarlo, un hito que daría alas a las preparaciones más estrambóticas y fomentar el espíritu deportivo de esos coches livianos que ya no quedan.
Quizás por eso no sorprende tanto que con Rolls-Royce y Mini bajo un mismo paraguas, ambas compañías se unieran para crear una pieza de lo más especial.
Encajar un Rolls-Royce en un coche de cuatro metros
Con la compra de Mini por parte de BMW, la marca renació pero lo hizo con unas señas de identidad muy diferentes. Recogía la estética retro de sus antepasados pero la reconvertía para ofrecer un urbano cool, un coche atractivo en lo visual, de precio premium pero con una dinámica de conducción muy distintiva.
El éxito fue inmediato con la redefinición de la empresa. La popularidad del primer nuevo Mini Cooper fue inmediata y atrajo todas las miradas. Llegarían las versiones Cooper S o John Cooper Works. Pero lejos de las esperadas opciones deportivas, en 2011 Mini sorprendía con una colaboración de lo más inesperada.
Con el Mini Inspired by Goodwood, Rolls-Royce trató de encajar todo el lujo de la compañía en un coche que por aquel entonces no llegaba a los cuatro metros.. Una suerte de miniaturización del máximo lujo y lo más selecto de la industria del automóvil que se enmarcaba dentro del deportivo Mini Cooper S.
El coche llegó al mercado español con un precio a la altura de sus interiores: 49.500 euros… en 2012. Es decir, hoy costaría casi 65.000 euros si aplicamos la inflación correspondiente a ese periodo. Eso sí, uno de los mil afortunados que se hicieron con una de estas series limitadas vendió el coche el año pasado por 31.000 libras (35.740 euros) que, sumando los impuestos correspondientes, al comprador le costó más o menos lo mismo que hace más de una década.


En el interior, este Mini tan particular contaba con la clásica tapicería de cuero en color ‘Cornsilk Beige’ propia de las berlinas de lujo británicas e inserciones en madera de nogal. El techo estaba rematado en cachemira y las llantas jugaban a simular los tonos clásicos de Rolls-Royce, empleando su distintivo color Diamond Black
El sistema de sonido lo firmaba Harman/Kardon y sumaba detalles menos habituales por aquellos años en vehículos pequeños como los sensores de aparcamiento o faros bi-xenón. Incluso, el navegador y el cambio automático se tenían que pedir como extras, aumentando el precio del coche en más de 3.000 euros.
Como anécdota personal, hace unos días compartí una rápida charla con Sergio Ríos (Autobild) y Héctor Ares (habitual entre nuestros compañeros de Motorpasión). Ambos han podido conducir en algún momento un Rolls-Royce y ambos hacían referencia a un detalle diferencial: las alfombrillas.
Y es que en la prueba de Autobild de hace más de 10 años, su autor también destacaba del Mini Inspired by Goodwood este aspecto. De hecho, en el artículo se podía leer lo siguiente:
Lo que más me llamó la atención cuando abrí por primera vez la puerta fueron… las alfombrillas. Sí, te vas reír, no es el elemento en el que más me suelo fijar en un coche, pero las que lleva este Mini Inspired by Goodwood son para hacer una foto y enseñarlas: están fabricadas en piel de cordero, y son tan suaves que te entran ganas de quitarte los zapatos y conducir descalzo. Además, son muy calentitas; eso sí, le tienen pánico al agua, al polvo y, por supuesto, al barro
Sí, hubo motivos para comprar un Mini Inspired by Goodwood y pagar por un coche de cuatro metros de largo y motor de gasolina de 184 CV casi lo mismo que por un Porsche Boxster en aquellos años.
El primero, que tuvieras el dinero suficiente.
El segundo, que te enamoraras de unas alfombrillas que eran como para quedarte a vivir en ellas.
Fotos | Mini
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