Rusia ha lanzado su misil hipersónico Zircon a las puertas de la OTAN. Y lo ha acompañado con un vídeo para que no haya dudas

Hace apenas una semana, Rusia lanzó el mayor órdago a Europa desde el inicio de la invasión a Ucrania al entrar un enjambre de drones en el espacio aéreo de Polonia. La respuesta de Europa fue contundente, pero a nadie se le escapó entonces que se producía a las puertas del Zapad 2025, los ejercicios militares que Moscú comparte con Bielorrusia y que suponen otro quebradero de cabeza.
¿Cuánto? Por ejemplo, del tamaño de un misil hipersónico.
Demostración de poder. Porque Rusia ha enviado un mensaje inequívoco de fortaleza en el marco de esas maniobras conjuntas. Desde la fragata Admiral Golovko, desplegada en el mar de Barents, la nación ha difundido imágenes del lanzamiento de su misil hipersónico 3M22 Zircon, capaz de alcanzar blancos a 1.000 kilómetros y viajar a Mach 9. El proyectil impactó con éxito en su objetivo, según el Ministerio de Defensa ruso, reforzando la narrativa de que, pese a las enormes pérdidas acumuladas en más de tres años de guerra en Ucrania, sigue contando con capacidades estratégicas que pocos rivales pueden contrarrestar.
El video mostró además la participación de cazabombarderos Sukhoi Su-34, capaces de transportar hasta ocho toneladas de armamento y cubrir largas distancias sin reabastecimiento. La inclusión de armamento de tan alto perfil en un ejercicio que se desarrolla a escasos kilómetros de las fronteras de la OTAN ha sido interpretada como una provocación calculada más que como un simple ensayo defensivo.
Zircon y su empleo en Ucrania. El Zircon, junto con el Kinzhal, es uno de los misiles hipersónicos que Rusia ha empleado en ataques contra Ucrania. Su combinación de velocidad extrema y capacidad limitada de maniobra lo convierten en un blanco prácticamente imposible para los sistemas de defensa aérea actuales, generando una sensación de vulnerabilidad tanto en las ciudades ucranianas como entre los países vecinos.
Aunque su despliegue operativo sigue siendo reducido, la difusión de su impacto en un ejercicio naval busca reafirmar la superioridad tecnológica rusa en un ámbito (el hipersónico) en el que la OTAN todavía no dispone de respuestas claras. La señal es evidente: Rusia mantiene la iniciativa en el terreno de las armas de nueva generación, y quiere demostrarlo justo en el perímetro donde la Alianza concentra su flanco más sensible.
Zircon frente a China y USA. El misil ruso es un HCM naval que, volando bajo con scramjet, ejecuta perfiles terminales de alta energía aptos contra buques y, a priori, ciertos blancos terrestres. Su talón de Aquiles no es tanto el misil como el objetivo más allá del horizonte, que exige cueing fiable por satélite/avión/HELO/UAV.
Frente a ello, el DF-17 chino usa un planeador hipersónico sobre booster balístico para sortear defensas con maniobras de elevación lateral (cross-range), mientras que su DF-27 amplía alcance estratégico con mayor tiempo en planeo. Por su parte, Estados Unidos persigue un mix: HACM (aire-respirado, integración en cazas) para ataques teatrales rápidos y CPS (glide-body común con el Ejército) para golpes convencionales de largo alcance desde plataformas marítimas sigilosas.

Zirkon
Zircon frente al viejo continente. Europa acelera tecnología de planeadores (Francia) y prioriza interceptación en fase de planeo con GPI. En interceptación, Aegis/SM-6 ofrece la única capacidad occidental hoy “on call” (limitada y altamente dependiente de geometría), mientras GPI busca “pegar” al planeador cuando aún no ha descendido a su sprint terminal, aumentando la ventana de éxito.
Sea como fuere, en todos los casos la clave no es solo el misil: es la cadena de sensores, el enlace de datos y la latencia de decisión para cerrar el ciclo “find-fix-track-target-engage-assess” antes de que el vector cruce el umbral de no retorno.
Sobre drones y cómo responder. Como decíamos al inicio, el lanzamiento del Zircon coincidió con un aumento de tensión tras las incursiones de drones rusos en el espacio aéreo de Polonia y Rumanía, miembros de la OTAN. El 10 de septiembre, Varsovia denunció la entrada de al menos 19 aparatos, derribados por cazas aliados, en lo que calificó de “violación sin precedentes” y “provocación a gran escala”. Tres días después, un dron ruso fue detectado en territorio rumano, reavivando las alarmas.
Polonia invocó el Artículo 4 del Tratado del Atlántico Norte, que establece un mecanismo de consultas urgentes entre socios para acordar medidas conjuntas. De ese debate surgió la operación Eastern Sentinel, que contempla el despliegue de cazas avanzados, defensas antimisiles y refuerzos militares en el este de Europa. La OTAN reaccionó con rapidez, consciente de que la escalada de provocaciones, aunque sin daños directos, supone un desafío directo a su credibilidad como garante de seguridad.
Provocación o accidente. Las versiones sobre las incursiones han variado. Moscú asegura que los drones no tenían como objetivo Polonia y que pudieron desviarse, mientras que Bielorrusia sugiere fallos de trayectoria. Sin embargo, tanto la OTAN como Estados Unidos consideran que fueron lanzamientos deliberados, con el objetivo de probar la paciencia aliada y calibrar las respuestas occidentales.
El secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, calificó los hechos de “inaceptables, lamentables y peligrosos”. La contradicción entre las justificaciones rusas y la contundencia de las reacciones occidentales refuerza la percepción de que se trató de un ensayo de presión política más que de un error técnico.
Un escenario inestable. Así, la combinación de ejercicios Zapad 2025, el lanzamiento del Zircon o las incursiones de drones en espacio OTAN dibujan un escenario de inestabilidad creciente en Europa oriental. Aunque Rusia y Bielorrusia insisten en el carácter defensivo de sus maniobras, la ubicación de estas operaciones y la naturaleza de los armamentos empleados transmiten lo contrario: una voluntad de intimidar y demostrar que el Kremlin conserva la capacidad de desafiar a la OTAN en sus propias fronteras.
El resultado apunta a un nuevo ciclo de tensión, donde cada gesto militar adquiere una lectura política inmediata y donde la posibilidad de incidentes no planificados (aunque con potencial de escalada) se multiplica peligrosamente.
Imagen | Russian Defence Ministry, Минобороны РФ