EL HUSMEADOR

¡Sangre y Desapariciones: México Se Desangra Bajo la Indolencia de las Autoridades!
A las 4:26 de la tarde de este domingo 7 de septiembre de 2025, estaba leyendo el periódico, pensando en que podría escribir para la columna de este lunes y empecé a ver que las notas rojas eran muchas y mencionaban casi a todos los estados de la república, y vinieron a mi memoria recuerdos de cuando muy joven leía el periódico los domingos en casa de mi abuelo Don Juan Ramón y como me espantaba al leer algún caso aislado, de esos como los que se publicaban en una revista que se llamaba ¡Alarma!
Y alarma me causó el panorama en México, que ahora es un cuadro dantesco, con lo que los medios de comunicación nos dejan ver y con las nuevas tecnologías vemos la verdadera dimensión del problema que nadie logra contener. Desde las pantallas de televisión hasta las portadas digitales, las imágenes de calles ensangrentadas, familias destrozadas y comunidades sitiadas por el miedo dominan el relato nacional. Las redes sociales arden con denuncias: en X, FB, y otras plataformas, usuarios de Guanajuato claman por justicia tras otro tiroteo, mientras en Tabasco y Nayarit las etiquetas #DóndeEstán y #BastaDeDesapariciones resuenan con la furia de padres que buscan a sus hijos perdidos.
Los hashtags (#FeminicidioYaBasta y #SeguridadYa) se multiplican, acompañados de videos que muestran la impotencia de una sociedad harta de promesas vacías. Es un grito colectivo que retumba desde las plazas públicas hasta los trending topics, un llamado urgente que las autoridades parecen empeñadas en ignorar, mientras el país se desangra bajo una crisis que nadie en el poder quiere enfrentar.
Según datos preliminares del Consejo Nacional de Población (Conapo) y el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), con información de personas desaparecidas actualizada al 19 de agosto, el país acumula un promedio de 1,395 casos por entidad entre enero y julio. Pero detrás de estas cifras frías yace un grito de desesperación: Guanajuato y el Estado de México lideran con más de 4,000 casos cada uno, azotados por homicidios dolosos que superan los 1,700 en el primero y 970 en el segundo. Baja California y Ciudad de México se tambalean con picos alarmantes de «otros delitos contra la vida», mientras Tabasco y Nayarit ven cómo las desapariciones —203 y 180, respectivamente— se convierten en una sombra que las autoridades parecen ignorar con desdén. El feminicidio, esa herida abierta, sigue golpeando: 36 casos en el Estado de México, 21 en CDMX y 16 en Baja California son solo la punta del iceberg de una violencia que los gobiernos estatales han dejado crecer como maleza. Oaxaca, Quintana Roo y Guerrero reportan crecientes homicidios culposos, mientras Aguascalientes y Durango, aunque con números menores, no escapan al alza de desapariciones. ¿Dónde están las estrategias? ¿Qué han hecho los gobernadores más allá de discursos vacíos y fotos de ocasión? La respuesta es un silencio ensordecedor que culpa a una ciudadanía atrapada en el caos. Y el escándalo se agrava con el reciente primer informe de gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum, donde estas cifras devastadoras fueron un gran faltante, un vacío que evidencia la opacidad y la negación del problema. Desde que Andrés Manuel López Obrador asumió el poder, la violencia se desbordó, y su legado de «abrazos, no balazos» ha dejado un país vulnerable, con instituciones más débiles que nunca. Las autoridades estatales, desde Guanajuato hasta Nayarit, han fallado estrepitosamente, y el nuevo gobierno federal parece más interesado en maquillar la realidad que en salvar vidas. A esta tragedia se suma el crecimiento descontrolado del crimen organizado y el incremento de la drogadicción, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) y la Comisión Nacional contra las Adicciones (CONADIC). En 2025, el crimen organizado ha incrementado su presencia en un 15% respecto a 2020, con cárteles fortalecidos en estados como Michoacán y Guerrero, donde el control territorial se ha intensificado. Paralelamente, la adicción a drogas como la metanfetamina y el fentanilo ha crecido un 25% en los últimos cinco años, afectando especialmente a jóvenes en zonas urbanas y rurales, alimentando un ciclo vicioso de violencia y desesperanza que las autoridades han ignorado olímpicamente. ¡Basta de promesas rotas! Es hora de que las autoridades actúen con contundencia, que los gobernadores de las entidades más golpeadas presenten planes concretos de seguridad, no más excusas, que el gobierno federal deje de negar la crisis y destine recursos reales a la pacificación, no a propaganda. De “vamos bien” en las mañaneras, los ciudadanos debemos exigir a nuestros representantes de los poderes legislativos cuentas claras y transparentes, porque esta sangre en nuestras calles no puede seguir siendo ignorada. México no puede seguir siendo rehén de un gobierno ciego y autoridades estatales ineptas; la hora de la acción es ahora, o el país se hundirá en un abismo del que no habrá retorno.
