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Intel ha pasado de dominar el mundo a ser un socio forzoso de Estados Unidos. Son malas noticias para Europa

Intel acaba de vender el 10% de su empresa al gobierno de Estados Unidos por 8.900 millones de dólares. La operación confirma lo que muchos sospechábamos: el fabricante de chips más icónico del mundo ya no puede sobrevivir sin ayuda estatal.

La panorámica. Durante tres décadas, las pegatinas ‘Intel Inside’ pegadas en millones de ordenadores simbolizaron el dominio estadounidense en semiconductores.

  • Intel y Microsoft crearon la era «Wintel» que definió la computación personal.
  • En 2009, la administración Obama incluso presentó cargos antimonopolio contra Intel por su posición dominante.

Hoy, la empresa vale 108.000 millones de dólares mientras que NVIDIA, su antigua subordinada, alcanza los 4,3 billones.

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Qué ha ocurrido. El viernes pasado, Donald Trump anunció que Estados Unidos adquiría el 10% de Intel a cambio de fondos prometidos bajo el CHIPS Act que nunca llegaron. No es técnicamente un rescate, pero se parece mucho. Trump lo vendió como un gran negocio: «PAGUÉ CERO POR INTEL, VALE APROXIMADAMENTE 11.000 MILLONES DE DÓLARES» (las mayúsculas son suyas).

La realidad es más compleja: Intel llevaba meses esperando esos 8.900 millones ya comprometidos por la administración anterior.

La empresa necesitaba desesperadamente el dinero:

  • Su división de fundición perdió 13.400 millones de dólares el año pasado.
  • Ha despedido a entre 8.000 y 10.900 trabajadores.
  • Y lo más preocupante: ni siquiera los propios equipos de producto de Intel quieren usar sus fábricas, prefiriendo que TSMC fabrique sus chips.

Por qué es importante. Esta operación marca un punto de inflexión en tres frentes críticos:

  1. Para Intel, significa perder autonomía empresarial. El 76% de sus ingresos provienen del extranjero, con China representando el 29%. Ahora cada decisión estará bajo el escrutinio político de su gobierno. Como advierte la propia empresa en documentos regulatorios, esto podría «provocar reacciones adversas de inversores, empleados, clientes, proveedores, gobiernos extranjeros o competidores».
  2. Para Estados Unidos, representa el regreso del capitalismo de estado en tecnología. Es la primera intervención gubernamental directa en una empresa desde el rescate de la industria del automóvil de 2008. Trump ya sugirió que habrá más: «Haré acuerdos así para nuestro país constantemente».
  3. Para Europa, esto es especialmente preocupante. La Unión Europea depende parcialmente de Intel para sus ambiciones de soberanía tecnológica en semiconductores. Si el mayor fabricante occidental de chips se convierte en un instrumento de la política industrial estadounidense, Europa queda en una posición aún más vulnerable frente a Asia.

El gobierno de Trump ya pidió a TSMC que ayude a rescatar las fábricas de Intel. También tomó una «acción dorada» en Nippon Steel y planea quedarse con parte de las ventas que NVIDIA y AMD hagan a China. El mensaje es claro: la industria de semiconductores es ahora un asunto de seguridad nacional.

Entre líneas. El problema fundamental de Intel no se resuelve con dinero público:

  • Intel falló en smartphones cuando rechazó fabricar chips para el primer iPhone.
  • Llegó tarde a la IA mientras NVIDIA se adelantaba.
  • Y perdió su liderazgo en fabricación frente a TSMC, que no solo tiene mejor tecnología sino un modelo de negocio superior como fundición pura.

Como señaló el propio CEO de Intel, Lip-Bu Tan, «hace veinte o treinta años éramos líderes. Ahora el mundo ha cambiado. No estamos entre las diez principales empresas de semiconductores».

Su supervivencia depende del éxito del nodo de fabricación 18A, su última apuesta tecnológica.

Y ahora qué. Intel es ahora una empresa respaldada por el estado, algo que sus propios directivos advirtieron podría espantar clientes. Mientras tanto, Trump promete más acuerdos similares, sugiriendo incluso la creación de un fondo soberano estadounidense con participaciones en empresas tecnológicas.

Para los competidores esto crea un escenario de competencia desleal: AMD, Qualcomm y otras empresas ahora compiten contra un rival que tiene al gobierno estadounidense como principal accionista, con todo lo que eso implica en términos de contratos gubernamentales y decisiones políticas.

El senador Rand Paul lo resumió con ironía: «Si el socialismo es el gobierno poseyendo los medios de producción, ¿no sería el gobierno poseyendo parte de Intel un paso hacia el socialismo?». Paradójicamente, Bernie Sanders, socialista declarado, aplaudió la medida.

Intel pasó de ser el símbolo del capitalismo tecnológico estadounidense a convertirse en su primera gran empresa semi-nacionalizada del siglo XXI.

  • Para Europa, que lucha por no quedarse atrás en la carrera tecnológica, es una señal de alarma: la era del libre mercado en semiconductores ha terminado.

En Xataka | La caída de Intel simboliza el fin de una era: el modelo que dominó la tecnología durante 50 años ha muerto

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