Nos estamos quedando sin playas en el planeta. Y no nos damos cuenta porque las están rellenando a un precio indecente
Hay algo mucho peor que la aparición de algas o materia fecal en las playas. Incluso por encima del “robo” sistemático que se está haciendo en las costas para poder seguir levantando ladrillo, hay una realidad silenciosa cuyo final es un escenario donde, directamente, nos quedamos sin playas en el planeta. Ese proceso no solo está ocurriendo, nos estamos gastando una fortuna para nada.
Amenaza global. Lo contaba esta semana el Financial Times en un extenso reportaje. Rodanthe, en los Outer Banks de Carolina del Norte, ejemplifica la grave erosión que padecen numerosas comunidades costeras en el mundo: pierde entre 3 y 4,5 metros de playa al año y desde 2020 once viviendas han colapsado en el mar.
El problema, agravado por tormentas más intensas, mareas fuertes y la subida del nivel de la mar asociada al cambio climático, se ve ahora amplificado por un factor crítico: la escasez de arena, recurso que actúa como barrera natural frente a inundaciones y temporales, pero cuya demanda creciente (sobre todo por la construcción) encarece y limita su disponibilidad.
El (no) truco. El método más habitual para frenar la erosión ha sido la “regeneración de playas”, trasladando arena desde otros puntos, pero en Rodanthe el coste inicial superaría los 40 millones de dólares, algo inasumible para el municipio. Esto deja como opciones la retirada planificada de infraestructuras o la resistencia hasta que las olas dicten el final.
La erosión como reto estructural. Por supuesto, hay mucho más. Ciudades como Miami, Barcelona o la australiana Gold Coast enfrentan pérdidas de arena constantes que amenazan sus playas, vitales para el turismo y la economía local. En Barcelona, la erosión anual de 30.000 m³ se agrava con cada temporal, y aunque se han añadido diques y espigones, el retroceso continúa.
En la Gold Coast, el ciclón Alfred en marzo arrancó tanta arena que dejó expuestos tramos del muro de contención; restaurar la costa costará tres años y 40 millones de dólares australianos. El dilema es global: el 10% de la población vive a menos de 5 km de la costa y la urbanización frena los flujos naturales de arena, agravando el problema.

Rodanthe
Robar arena. Y sí, incluso los científicos ya han advertido en varias ocasiones que sostener playas artificialmente es cada vez más difícil y extremadamente caro, y que en algunos casos sería más sensato permitir que la línea de costa migre tierra adentro, aunque social y políticamente sea complejo.

Gold Coast
El dilema de aportar arena. La regeneración tiene ventajas frente a estructuras rígidas como muros de contención, que pueden intensificar la erosión en zonas adyacentes. Sin embargo, es temporal y su duración depende de la geología local, el clima y la presión humana: algunas playas requieren nuevos aportes cada dos años, otras duran una década.
En Estados Unidos, donde se aplica desde hace un siglo, se han tratado casi 600 playas, alcanzando un máximo de 50 millones de m³ en 2019. ¿El problema? Que la búsqueda de arena adecuada se complica: en Carolina del Norte las reservas locales están agotadas, en Miami se recurre a transporte desde el interior, y las objeciones medioambientales, como la afectación de hábitats marinos, retrasan proyectos. Plus: las tormentas potentes pueden borrar en días inversiones millonarias.
Perspectivas y respuestas. En lugares con erosión moderada o abundantes reservas, como Países Bajos, la regeneración es una política de Estado: el país invierte el 0,3% de su PIB anual en gestión del riesgo de inundaciones y cuenta con 12 millones de m³ de arena disponibles cada año, suficiente para proteger ciudades enteras.
En cambio, en áreas con erosión severa y costes desbordados, la retirada planificada puede ser la única salida viable, implicando expropiaciones y demoliciones controladas. Contaba el Times que en Rodanthe, el Servicio de Parques Nacionales adquirió y demolió dos casas valoradas en millones para devolver el terreno al uso público, pero no hay fondos para más compras. Muchos residentes, conscientes de vivir en la “tierra de arenas cambiantes”, asumen que el mar ganará terreno y se preparan para vender cuando el agua llegue a los humedales.
Batalla contra el tiempo (y la economía). En resumen, la escasez de arena, su encarecimiento y el aumento de la erosión costera dibujan un futuro en el que mantener las playas actuales tiene toda la pinta de ser inviable para muchas comunidades.
Aunque la regeneración sigue siendo la opción preferida para proteger propiedades y economías locales, sus límites físicos, financieros y medioambientales obligan a replantear estrategias. La disyuntiva entre gastar cada vez más para contener al mar o ceder terreno a la naturaleza marcará el futuro de gran parte de las costas habitadas, y el margen de maniobra se estrecha a medida que el clima y la demanda de arena aceleran el proceso.
Imagen | PXHere, Public Domaine, Petra
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