Ahora sabemos todo lo que ofrece el nuevo resort de Corea del Norte por 2.000 dólares. Solo hay una regla: ser ruso
La primera vez que escuchamos la idea se hablaba de montar una especie de Benidorm versión norcoreana. Aquel primer esbozo mutó hasta convertirse en Wonsan y a Corea del Norte en un lugar de vacaciones. La duda desde entonces, y más tras su inauguración, era saber qué atracciones tenía este resort en uno de los enclaves más aislados del mundo, y qué huéspedes acudirían a la llamada.
Todo eso y algo más se acaba de conocer.
Exclusividad y rusos. Lo contaba esta semana el WallStreet Journal a través de un viaje que ha durado siete días. El complejo costero de Wonsan Kalma, uno de los proyectos emblemáticos de Kim Jong Un para exhibir una imagen de modernidad y prosperidad en Corea del Norte, abrió sus puertas a visitantes extranjeros por primera vez, aunque de forma muy selectiva: solo podían acceder ciudadanos rusos.
Concebido en 2018 y anunciado por el propio líder en su discurso de Año Nuevo, el proyecto se inspiró en destinos de ocio como Benidorm, con planes para hoteles de gran altura, casino, centros comerciales y un parque acuático. Según la propaganda oficial, es una muestra de la “política centrada en el pueblo” y de las grandes inversiones del régimen en bienestar social, aunque las imágenes por satélite muestran que buena parte sigue inacabada.
Pompa y reapertura. La reapertura parcial de las fronteras en febrero, tras el cierre total por la pandemia, ha servido al mismo tiempo para estrechar la cooperación política y militar con Moscú, en un contexto en el que Kim ha prometido apoyo incondicional a la guerra rusa contra Ucrania.
Contaba el Journal que la visita inaugural de 13 turistas rusos coincidió con la llegada del ministro de Exteriores Serguéi Lavrov, alojado en el mejor hotel y recibido personalmente por Kim en su yate privado.
Experiencias. El grupo de los primeros visitantes, integrado por viajeros experimentados y de alto poder adquisitivo, inició su recorrido con tres días en Pyongyang antes de desplazarse a Wonsan. Aunque el plan inicial era volar, fueron redirigidos a un viaje en tren de 10 horas para cubrir los 120 kilómetros hasta la costa oriental, un cambio que varios atribuyeron a preparativos por la llegada de Lavrov.
Una vez en el resort, se encontraron con playas desiertas, un servicio extremadamente atento y disposición del personal para satisfacer cualquier petición, desde preparar desayunos personalizados hasta entregar sillas y altavoces en la arena.
Y más. Las playas, al parecer, están segregadas para locales y extranjeros, el parque acuático permanece cerrado a estos últimos y los pagos se realizan con pulseras electrónicas recargadas únicamente en dólares, euros o yuanes. Los precios oscilaban entre los 60 céntimos de una cerveza y los 465 dólares de una maqueta de un misil Hwasong-17, mientras algunas actividades, como el uso de motos acuáticas o quads, eran gratuitas por ausencia de tarifas fijadas.
Los visitantes afirmaron haber gozado de una libertad inusual para tomar fotografías, documentando curiosidades como cerveza Heineken importada, juguetes bélicos y autobuses con lemas propagandísticos.
De puertas adentro. La llegada de Lavrov alteró la rutina del complejo, que se llenó de visitantes norcoreanos aparentemente pertenecientes a la élite, identificables por su vestimenta cuidada y móviles de última generación, algo poco común en el país.
Más. El personal del hotel, al parecer, mostró comportamientos que sorprendieron a los turistas, como ignorar carteles de “No molestar” o reducir la temperatura del agua caliente sin consentimiento. En un episodio llamativo, subrayaba el medio que decenas de norcoreanos fueron equipados con trajes de baño y se lanzaron al mar junto a los visitantes rusos, incluyendo la propia guía del grupo, que no sabía nadar y pasó horas aferrada a uno de ellos.
Objetivos y proyección. Qué duda cabe, Wonsan Kalma no es solo un centro de ocio, sino un instrumento propagandístico que el régimen usa para demostrar que puede ofrecer lujo y recreación pese a las sanciones internacionales y la precariedad interna. En el ámbito doméstico, se prevé que el acceso para norcoreanos se use como premio a la lealtad política, reforzando la narrativa oficial de prosperidad bajo la dirección de Kim. La restricción inicial a visitantes rusos subraya la estrecha sintonía estratégica con Moscú y añade un elemento de exclusividad que potencia su valor simbólico.
Así todo, expertos señalan que atraer turismo internacional en volumen será difícil, ya que la mayoría de los viajeros interesados en Corea del Norte buscan su capital, sus monumentos ideológicos y enclaves militares, no unas vacaciones en sus playas. No parece importar mucho en Pyongyang, donde el régimen prevé recibir un segundo grupo de turistas rusos en breve, utilizando Wonsan como vitrina de su alianza política y como escaparate controlado al exterior.
Un lugar donde la hospitalidad medida y la puesta en escena refuerzan el mensaje de que, incluso bajo sanciones, Corea del Norte puede ofrecer experiencias que pretende presentar como exclusivas y lujosas.
Imagen | Clay Gilliland, Heute