Un grupo de amigos decidió convertir a un colega en influencer sin que lo supiera. Ya tiene más de 100.000 seguidores

Manu Rey es el payaso de su grupo de amigos: con una capacidad natural para hacer reir a sus colegas, pero con nada de proyección fuera de su círculo íntimo. ¿Lo suficiente como para convertirse en influencer de la noche a la mañana? Muchos de sus amigos estaban convencidos de que sí, y lo demostraron.
Influencer por sorpresa. La influencer compostelana (esta sí, con casi 100.000 seguidores también) Zoe García tenía una ilusión: que su amigo Manu Rey fuera famoso en internet. Elaboró un plan de exposición a redes de su amigo y el resultado han sido alrededor de cien mil seguidores en su cuenta de Instagram en tiempo récord. Sus amigos, encabezados por Zoe, le expusieron en secreto, primero como broma y más adelante como fenómeno viral relevante del verano. En menos de un mes Manu tiene casi 100.000 seguidores en Instagram, a los que se suman más de 2500 en Tik Tok.
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La revelación. «Él no sabe que esta cuenta existe, pero se merece que lo sigáis, porque es esa persona que merece 100 % ser famosa», decían sus amigos. E internet parecía coincidir con ellos: después de sus infinitos chapuzones en piscinas y decenas de disfraces, en solo dos semanas tenía 30.000 seguidores, con vídeos que superan los cuatro millones de reproducciones. Su naturalidad fueron sin duda las bazas que le convirtieron en influencer por sospresa, como demuestra el vídeo en el que sus amigos le revelan lo que han estado haciendo.
La importancia de la naturalidad. El caso de Manu Rey demuestra algunas cosas acerca de la fama en internet. Primero, que el público aprecia por encima de otras características la naturalidad y el «ser real» delante de la cámara, lo que sin duda entra en contradicción con el comportamiento de muchas celebrities. La espontaneidad genera una sensación de autenticidad que conecta emocionalmente con la audiencia, especialmente con los espectadores más jóvenes.
La fama colaborativa. La idea de una persona que se hace famosa por el empuje colaborativo de un grupo es algo absolutamente nuevo y propio de la era de internet. La viralidad no siempre es producto de una sola persona: puede surgir gracias a la participación activa de comunidades que comparten, comentan y recrean contenido. Las comunidades de fans, memes y subculturas digitales impulsan estas tendencias colaborativas.
@manu__rey__ Día 19 subiendo vídeos de Manu hasta que se entere 😂 Este puede ser el último vídeo de Manu sin que lo sepa y está bien que podáis ver lo random que es y lo que puede hacer cualquier día porque si 😂 Él no sabe que esta cuenta existe, pero se merece que lo sigáis porque es esa persona que merece 100% que la hagáis famosa 🥹
La fama de todos. El hecho de que las plataformas sociales tengan estructura de red (y de ahí su nombre), hace que el valor del contenido aumente según más personas lo comparten y reinventan, es decir, según colaboran en su creación. Esto convierte la fama en un fenómeno distribuido y colaborativo: esos casi 100.000 seguidores no solo son de Manu (que quizás se vea incpaz de mantener el hype generado ahora que ha empezado a crear sus propias piezas), sino una responsabilidad de grupo.
Como vino se fue. La fama repentina y no buscada en internet es un fenómeno incluso previo a las redes sociales, pero se ha multiplicado desde que, de forma muy sencilla, podemos reenviar vídeos a miles de contactos. En muchos casos, la actividad colaborativa de la que hablamos es esencial, y así sucedió con múltiples protagonistas de memes completamente accidentales (de David el niño drogado en el dentista a Zöe Roth, la niña maquiavélica del incendio). Pero podemos retrotraernos a antes de las redes, cuando alcanzar la fama por la fuerza de un meme era tarea casi titánica. ¿Nuestros favoritos? El Star Wars Kid y Rebecca Black. Y no es persona, pero por supuesto, la llama de OLA K ASE.
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