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El boxeo siempre había sido lo menos importante de La Velada. Hasta que llegó el combate entre Abby y RoRo

La Velada 5 se celebró finalmente este sábado pasado, y como era de esperar, no estuvo exenta de polémica: de todos los combates, sin duda uno de los que generaban más expectación por las características de las combatientes fue el de Abby contra RoRo. Más que un enfrentamiento, casi una declaración de intenciones del evento y la respuesta a muchas dudas sobre qué tiene en común la velada y qué no con el deporte tradicional.

El combate. Las dos boxeadoras se presentaron al combate después de notables sacrificios: RoRo en una forma física espectacular y Abby obligada a bajar de los 57 kilos para competir. La diferencia de estatura obligaba a RoRo a hacer retroceder a Abby para arrinconarla, mientras ésta hizo un primer y tercer asaltos superiores, conectando más golpes a su rival. Además, RoRo se fracturó la pierna con la que ya había tenido problemas durante su entrenamiento. Finalmente, el jurado falló a favor de Abby, lo que generó abucheos para la ganadora, que ya había sido abucheada en su entrada al ring. Porque aquí no todo está relacionado con el deporte.

El robo deportivo. La verdadera batalla había comenzado mucho antes de que ambas subieran al ring. Desde el primer instante, el público dejó clara su preferencia por RoRo, plasmando en directo algunas encuestas previas de la organización que daban un 78% de apoyo a ésta. Los abucheos a Abby fueron constantes, incluso en el momento en que fue declarada ganadora. Inmediatamente se corrió en redes la percepción de «robo», una de las muchas actitudes heredadas del deporte tradicional y que sirve a los hinchas de un equipo para justificar su derrota, en un vocabulario perfectamente normalizado entre prensa y periodistas especializados.

Politización inevitable. Terminan de este modo de configurarse los papeles que las dos boxeadoras han jugado desde que se anunció el combate y que trascienden lo meramente deportivo: Abby había criticado a RoRo en diferentes intervenciones por fomentar el rol conservador de complacer a un hombre y tildarla de «antifeminista», mientras que su rival se ha convertido en el último año en símbolo español del movimiento «tradwife», una visión de la mujer tradicional subordinada a su marido.

Cada una ha encontrado su nicho de audiencia en extremos opuestos del espectro ideológico, y La Velada les ofrecía la oportunidad de dirimir sus diferencias simbólicas en un formato con mucha atención mediática.

Un negocio redondo. A estas alturas, está claro que el modelo de negocio de la Velada va mucho más allá del mero enfrentamiento deportivo: no es un evento deportivo que se monetiza, sino un producto de entretenimiento que utiliza el deporte como vehículo narrativo. Con 80.000 asistentes a La Cartuja (5 millones de euros de beneficio, solo por ese lado) y gran cantidad de patrocinadores de primera línea y con intenciones muy claras (Revolut, fintech dirigida a jóvenes; Spotify, que domina el consumo musical digital; Grefusa, que quiere rejuvenecer su imagen), a lo que se suma un millón de euros extra llegados desde Twitch.

El deporte como narrativa. Con esas cifras, está muy claro que la propuesta de la Velada tiene que ir mucho más allá de un mero combate de boxeo: para empezar, a diferencia de otros deportes, el resultado importa menos que el proceso. Los boxeadores son recompensados con alrededor de 100.000 euros por combate, mucho más de lo que cobra un boxeador amateur: se les está pagando por su valor como entretenimiento, y porque cada uno de ellos aporta sus propias narrativas y sus propios conflictos, tal y como ha pasado con Abby y RoRo y un enfrentamiento que venía de antes.

Y seguirá siendo así después: exponerse en La Velada proporciona contenido para meses, historias que contar, narrativas que explotar (Abby ya ha publicado un vídeo que grabó un mes antes del combate, en un momento de ánimo especialmente bajo). El combate dura tres asaltos, pero el valor mediático se extiende durante todo el año siguiente.

Lo que viene del deporte. Aunque podría parecer que todas estas dinámicas son complaetamente ajenas al deporte profesional, nada más alejado de la realidad. Por encima de todo tenemos la influencia clarísima de la lucha libre norteamericana, también más espectáculo de varietés que exhibición de técnica. Pero por otra parte, está el haber encontrado un filón en las polémicas deportivas, algo que los medios especializados saben perfectamente que vende más que el resultado numérico de los derbies.

Los entrenamientos importan. Ibai conoce muy bien los resortes que mueven pasiones en el fútbol y lo ha trasladado a la Velada: personalizar a los atletas y convertirlos en héroes falibles con una narrativa que, además, polarizan al público. Todo esto está presente en el fútbol tradicional, y por eso adquieren tanta importancia los entrenamientos en la narrativa de la Velada: meses y meses de evolución física seguidos al dedillo, con innumerables encuentros previos entre las rivales que ceban una historia no guionizada, pero casi.

La técnica es lo de menos. En la era digital, las personalidades venden más que las habilidades, y la Velada lo ha entendido perfectamente. El público prefiere ver a alguien conocido haciendo algo que no sabe hacer, como sucede con la mayoría de los streamers que participan, antes que a un desconocido siendo excelente en su especialidad. El éxito y las copias internacionales que está generando el invento de Ibai son la prueba perfecta de que la Velada es mucho más que unos cuantos combates de boxeo entre aficionados.

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