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Europa tiene un mensaje para los turistas que van a volar: prepárense para un verano de retrasos y cancelaciones históricas

Si las vacaciones de verano ya iban a ser muy complicadas para muchos españoles, o directamente nulas porque les resulta imposible materializarlas, para los que sí se pueden hacer las maletas se les presenta una tormenta perfecta en forma de predicción. Europa avisa: es muy posible que el típico caos aéreo veraniego sea una minucia con lo que está por venir.

La tormenta perfecta. Sí, la Comisión Europea ha advertido que este verano podría batirse el récord de retrasos y cancelaciones aéreas debido a una combinación crítica de factores. A saber: la demanda sin precedentes tras la pandemia, la escasez crónica de controladores aéreos, las huelgas laborales y los impactos del cambio climático.

El sistema de control del tráfico aéreo europeo opera ya al límite, gestionando cerca de 37.000 vuelos diarios en sus días más intensos, el máximo que puede asumir con la plantilla actual. Si bien el tráfico ha aumentado un 5% respecto al mismo periodo de 2024, los retrasos también se han incrementado en igual proporción, augurando una repetición del caos que marcó el verano anterior. Las áreas más afectadas: destinos turísticos clave como Francia, Alemania, Grecia y España, donde se anticipan retrasos “altos” por la incapacidad de los centros de control para absorber el flujo de tráfico previsto.

Huelgas, sistemas obsoletos y apagones. Uno de los focos más críticos es Francia, donde las recientes huelgas de los controladores aéreos por falta de personal y equipamiento envejecido provocaron la interrupción de 4.000 vuelos en solo dos jornadas. Eurocontrol estimó que el paro de hace unos días tuvo un coste de 100 euros por minuto, mientras que Air France-KLM sufrió pérdidas millonarias debido al colapso operativo en Charles de Gaulle.

El comisario europeo de Transporte, Apostolos Tzitzikostas, ha señalado también la reducción del espacio aéreo disponible en el continente como una consecuencia directa de la guerra en Ucrania, lo que sobrecarga aún más las rutas abiertas. En este contexto, el llamamiento a los ministros de Transporte de la UE ha sido claro: los estados deben garantizar que los controladores aéreos cumplen con la capacidad prometida y estén presentes donde más se los necesita.

El cambio climático. A las dificultades técnicas y laborales se suma un factor creciente e imprevisible: el cambio climático. Los incendios forestales ya obligaron a cerrar temporalmente el aeropuerto de Marsella, mientras que en Grecia las altas temperaturas forzaron el cierre de monumentos turísticos como la Acrópolis.

Las autoridades comunitarias temen que este tipo de fenómenos extremos (olas de calor, tormentas, incendios) se vuelvan más frecuentes y peligrosos para la aviación. Con aeropuertos “más concurridos que nunca”, como alertó el comisario Tzitzikostas, el riesgo de caos operativo es más alto que nunca.

Formación lenta. Apuntaba el Financial Times que otro de los cuellos de botella es estructural: la formación de controladores aéreos en Europa requiere hasta cinco años, lo que impide una respuesta ágil a la creciente demanda. La Comisión colabora con agencias de seguridad aérea para revisar esta normativa, pero no se esperan resultados inmediatos.

Mientras tanto, asociaciones como la IATA acusan a los gestores del sistema europeo de incumplir sistemáticamente los objetivos de capacidad sin consecuencias ni sanciones, calificando la situación de “inaceptable” y acusando una brecha entre los planes y la realidad que “se acerca al terreno de la fantasía”.

Cielo fragmentado. Los operadores aéreos insisten también en que parte del problema es político: la UE no ha completado la iniciativa del Cielo Único Europeo, que permitiría trazar rutas más directas entre países en lugar del actual sistema fragmentado que obliga a las aeronaves a desviarse por múltiples puntos intermedios.

Esta falta de coordinación aumenta los costes operativos, el consumo de combustible y los tiempos de vuelo. Como ilustró en el Times un alto directivo de una gran agencia turística: “Un vuelo de Londres a Chipre no es en línea recta, atraviesa varios puntos aéreos innecesarios porque Bruselas ha sido exasperantemente lenta”.

El precio a pagar. Si se quiere también, lo que está en juego no es solo la eficiencia operativa, sino la confianza de millones de pasajeros y el prestigio de uno de los espacios aéreos más densos y complejos del planeta. Las aerolíneas alertan ya de la reacción de los clientes: ansiedad, cancelaciones preventivas y temor al colapso estival.

Con una red aérea al borde de la saturación, sin reservas de personal suficientes y con amenazas crecientes por causas tanto naturales como geopolíticas, Europa se enfrenta al desafío urgente de reorganizar su sistema de control aéreo, modernizar su infraestructura y eliminar las trabas que impiden una gestión unificada. 

De lo contrario, este verano apunta a ser, no solo el peor en términos de demoras y cancelaciones, sino también el aviso definitivo de que el cielo del viejo continente necesita una revolución a varios niveles.

Imagen | Bruno Sanchez

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