Qué es la lluvia ácida, cómo afecta a personas y ecosistemas, y sobre todo: cómo podemos evitar sus consecuencias

Seguramente hayamos oído hablar docenas de veces de la lluvia ácida sin saber exactamente qué es. Es también posible que tengamos una imagen caricaturesca de este fenómeno muy real, una lluvia que corroe y destruye todo lo que toca. Hay algo de cierto en esto pero, por supuesto, la realidad es un poco más compleja.
Antes de nada debemos responder a una pregunta evidente: qué es la lluvia ácida. Nos referimos por lluvia ácida a una lluvia que arrastra consigo componentes ácidos. Estos componente pueden de distinto tipo, por ejemplo ácido nítrico o ácido sulfúrico, por lo que no hay una composición “estándar” de la lluvia ácida.
La lluvia ácida tampoco tiene por qué ser, estrictamente, lluvia. Otros eventos similares, como la niebla o el granizo, pueden también hacer que los compuestos ácidos de la atmósfera se entremezclen con el agua y den lugar a “precipitaciones ácidas”.
En cierto modo podemos ver a la lluvia ácida como una variedad de fenómenos con un denominador común en estos componentes ácidos. El resultado son precipitaciones más ácidas de lo normal: si la lluvia suele tener un pH de 5,6, la lluvia ácida tiende a tener valores pH de entre 4,2 y 4,4.
Cómo se produce la lluvia ácida
La lluvia ácida suele comenzar con las emisiones atmosféricas de compuestos como el dióxido de azufre (SO2) o algún óxido de nitrógeno (NOx). Estos compuestos pueden ser emitidos por la industria o medios de transporte (aunque también pueden surgir de forma natural) y arrastrados desde zonas industriales y urbanas hasta zonas lejanas.
En la atmósfera, estos compuestos pueden acabar mezclándose con el oxígeno, el agua, y otros componentes, desatando reacciones químicas que dan pie a la formación de ácido sulfúrico y ácido nítrico. Estos ácidos son después capturados por el propio agua, formando lluvia ácida. También pueden acabar precipitándose por sí mismos sobre tierra, vegetación o aguas terrestres, en lo que llamamos el fenómeno de la deposición seca.
Cómo afecta al medioambiente
Según explica la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA), los efectos de la lluvia ácida pueden verse de forma más clara en los ambientes acuáticos. Aunque el aumento de la acidez del agua puede ser perjudicial para muchas especies (especialmente las crías), el principal riesgo es indirecto.
Cuando la lluvia ácida cae sobre el suelo, puede interactuar con las partículas de arcilla en estas y extraer el aluminio que pudieran contener. Debido a la escorrentía, parte de este aluminio acaba en ríos y lagos, afectando a la vida acuática.
Ese aluminio también puede ser absorbido por las plantas, lo que implica que la lluvia ácida también puede afectar a las plantas, no corroyéndolas como podemos imaginar sino intoxicándolas desde el suelo. También puede hacer que el suelo pierda nutrientes que las plantas necesitan.
Distintas especies pueden tener distintos niveles de tolerancia con respecto a estos impactos, sin embargo debemos tener en cuenta que los ecosistemas son sistemas complejos donde la pérdida de una pieza puede afectar a muchas otras. La EPA pone un ejemplo con las ranas: si bien estas pueden aguantar un pH de hasta 4, algunos de los insectos de los que se alimentan no pueden sobrevivir en aguas con un pH por debajo de 5,5.
Cómo afecta a las personas
La lluvia ácida genera impactos también en las personas. De nuevo, podemos descartar la idea de un perjuicio directo como daños en la piel derivados del contacto con esta lluvia. “Caminar bajo la lluvia ácida, o incluso nadar en un lago afectado por la lluvia ácida, no es más peligroso para los humanos que caminar bajo la lluvia normal o nadar en lagos no-ácidos”, explica la propia EPA.
Eso no quiere decir que la lluvia ácida no nos afecte, solo que lo hace de forma más indirecta. La lluvia ácida también puede exponernos a metales pesados. Los estudios sobre el impacto del aluminio no son concluyentes pero sabemos que la acidificación puede aumentar la bioconversión del mercurio al metilmercurio y su acumulación en el pescado.
Además, puesto que esta lluvia puede afectar a las plantas, esta también puede influir en la agricultura, por ejemplo alterando el pH de los suelos agrarios, haciéndolos más ácidos.
Esta lluvia también puede afectar a las construcciones y mobiliario público. Aquí la corrosión sí juega un papel importante ya que las partículas ácidas interactúan con metal, piedra y pintura causando daños al recubrimiento de edificios, estatuas y otros elementos.
La presencia de lluvia ácida también es indicadora de la existencia de partículas de SO2 y NOx, las cuales en sí mismas pueden ser nocivas para los humanos al ser inhaladas. Es decir, las mismas partículas que causan la lluvia ácida ponen a nuestra salud en riesgo en mayor medida que la lluvia ácida en sí.
Consecuencias para el planeta de la lluvia ácida
Señalábamos antes que los compuestos que causan la lluvia ácida pueden viajar desplazados por los vientos y corrientes atmosféricas. Esto implica que en ocasiones las emisiones de determinadas zonas industriales acaben causando problemas en zonas vegetadas a cientos o miles de kilómetros de distancia. Es decir, la lluvia ácida puede tener impactos globales además de locales.
¿Se puede evitar la lluvia ácida?
La gran pregunta entonces es qué podemos hacer para evitar esto. La respuesta está en el control de emisiones de las partículas que causan en origen este problema, es decir, del dióxido de azufre y de los óxidos de nitrógeno.
Las principales fuentes de estos contaminantes son la quema de combustibles fósiles en distintos sectores (transporte, generación eléctrica o industria) es en buena parte responsable de este tipo de emisiones. Diversas limitaciones introducidas a lo largo de las últimas décadas (la última la impuesta en el sector marítimo a las emisiones de azufre) han mantenido a raya el potencial desastre medioambiental derivado de la lluvia ácida.
Imagen | Patrick Hendry / wal_172619