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Federer acaba de convertirse en multimillonario. Y no por sus 20 Grand Slams, sino por unas zapatillas que compró su mujer

Con una elegancia inigualable, Roger Federer elevó el tenis a una forma de arte. A lo largo de una carrera profesional que se extendió durante 24 años, conquistó 20 títulos de Grand Slam, convirtiéndose en uno de los tenistas más laureados y admirados de todos los tiempos. Número uno del mundo durante 310 semanas, su estilo fluido y su consistencia en la élite redefinieron los estándares de excelencia en el deporte. Sin embargo, ese botín económico que amasó durante su carrera no le hizo entrar en el club más selecto de las grandes fortunas del deporte.

Multimillonario. Sí, porque Federer ha cruzado un umbral reservado para muy pocos: se ha convertido oficialmente en multimillonario. Con una fortuna estimada en 1.300 millones de dólares según el índice Bloomberg Billionaires, la leyenda deportiva no solo se une al exclusivo club que integran deportistas como Michael Jordan o Tiger Woods, sino que lo hace sin haber dependido exclusivamente de sus logros deportivos. Más bien lo contrario.

A lo largo de una carrera que le otorgó esos 20 títulos de Grand Slam entre 2003 y 2018 y unos 130,6 millones en premios, el suizo construyó una marca personal blindada, basada en la sobriedad, la constancia, el prestigio de las firmas que lo acompañaron y la ausencia total de escándalos. Esta combinación no solo multiplicó su valor fuera de las pistas, sino que lo convirtió en uno de los activos más confiables del deporte global, aun después de retirarse oficialmente en 2022.

El quid de la longevidad. Contaba Bloomberg que el ascenso financiero de Federer no fue producto de una apuesta tardía, sino de una construcción paciente de relaciones comerciales a largo plazo con empresas de primer nivel. Desde sus primeros años como profesional firmó contratos con firmas como Rolex, Mercedes Benz, Lindt y Credit Suisse (hoy UBS), todas ellas caracterizadas por un enfoque conservador, exigente y de reputación intachable.

Su perfil encajó de forma natural en ese ecosistema, donde no solo era embajador de marca, sino también símbolo nacional. En 2013, dio un paso clave al fundar con su agente Tony Godsick la empresa de representación Team8, que no solo se encarga de sus negocios sino también de la gestión de su legado y su fundación. A través de ella y con el respaldo de la consultora financiera suiza Format A AG, Federer mantuvo el control absoluto sobre sus inversiones, posicionándose como un gestor de sí mismo a la altura de su leyenda.

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El contrato con Uniqlo. Uno de los giros más llamativos en su trayectoria comercial se produjo en 2018, cuando Federer dejó Nike tras más de dos décadas de relación. La firma estadounidense consideraba que el tenis ya no era un mercado estratégico, lo que permitió que Uniqlo (propiedad del gigante japonés Fast Retailing) hiciera una oferta histórica: 300 millones de dólares por diez años, sin cláusulas vinculadas a actividad deportiva.

Federer tenía entonces 37 años y estaba ya en la recta final de su carrera, lo que convertía el acuerdo en una apuesta insólita pero segura: la marca quería asociarse no solo con el jugador, sino con el símbolo. El contrato con Uniqlo, lejos de marcar el final de sus grandes ingresos, sentó las bases para su siguiente jugada maestra.

La gran inversión: On. Hablamos de ella hace un tiempo. El mayor acierto financiero de Federer no fue un patrocinio, sino una inversión estratégica de origen casual: su esposa compró unas zapatillas de una marca suiza emergente llamada On, especializada en calzado de alto rendimiento. Federer, entusiasta del diseño y coleccionista de más de 250 pares de zapatillas, se reunió con los fundadores en Zúrich y poco después adquirió cerca del 3% de la empresa.

La alianza no se limitó al capital: pasó horas en el laboratorio diseñando su propio modelo y promoviendo la marca a través de su imagen global. Hoy, On Holding AG está valorada en cerca de 17.000 millones de dólares, lo que convierte la participación de Federer en una fuente de ingresos superior a los 500 millones, muy por encima por sí sola de todo lo que ganó en la pista. Su entrada como inversor coincidió con la salida a bolsa de la compañía, lo que reforzó aún más su posición como empresario visionario (y con flor).

La rentabilidad de la imagen. Explicaban en Fortune que el secreto detrás de la durabilidad comercial de Federer no reside únicamente en los contratos millonarios, sino en la coherencia y el control de su proyección pública. A diferencia de otros grandes deportistas, Federer ha evitado vincularse a marcas cuestionables, a proyectos mediáticos efímeros o a exposiciones excesivas en medios y comentarios deportivos.

Su figura permanece asociada a la elegancia, la precisión y la neutralidad de su juego en la pista, atributos profundamente suizos que lo han convertido en un embajador ideal para empresas que valoran la estabilidad y la reputación. Incluso sus apariciones recientes, como el acto de inicio de las 24 Horas de Le Mans o el lanzamiento de su nueva colección con Uniqlo en París, responden a una estrategia medida de visibilidad que potencia el valor de su marca personal sin desgastarla.

El legado. Si se quiere también, el ascenso de Federer al estatus de multimillonario no solo reafirma su maestría dentro (y fuera) de la pista, sino que redefine el horizonte de lo que un deportista puede construir sin necesidad de polémica, estridencia ni retiro forzado.

Su caso demuestra que la marca personal, cuando se gestiona con inteligencia, coherencia, y visión a largo plazo, puede ser tan poderosa como cualquier golpe de derecha. Por supuesto, nada de esto hubiera sido posible sin lo arrolladoramente bueno que era jugando al tenis.

Eso y, por supuesto, algo de suerte con la compra casual de unas zapatillas de su mujer. Las mismas que le están reportando bastante más que los 20 Grand Slams.

Imagen | Not enough me, Tigre Municipio

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