Una boya de Mallorca ha revelado el problemón meteorológico que afronta España: el mar Mediterráneo está en llamas

Una boya de medición frente a la isla de Dragonera, en Mallorca, ha hecho saltar todas las alarmas. El mar Mediterráneo está casi tan caliente como una piscina desmontable. Y las consecuencias para el clima, la población y los ecosistemas de España ya se están haciendo notar.
Un mar teñido de rojo. La boya de Dragonera registró 30,55 ºC en la costa de Mallorca el 30 de junio. Según el meteorólogo Duncan Wingen, de MeteoredES, es un dato histórico: el Mediterráneo nunca había superado los 30 ºC en una estación similar durante un mes de junio. Pero el récord se extiende también a otras zonas de las Baleares, como la boya de Maó, en Menorca, que batió su récord mensual con una medición de 29,31 °C el pasado 24 de junio.
El mapa de anomalías compartido por AEMET este martes confirma que el Mediterráneo vive una ola de calor sin precedentes: el agua está entre 5 y 6 °C más caliente de lo normal para esta época del año. Una inmensa mancha de color rojo oscuro cubre la costa Balear, y las aguas superan de forma generalizada los 26 °C, con picos de entre 28 y 30 °C, como el alcanzado en Dragonera.
Noches tropicales y supertormentas. La primera consecuencia de este mar caliente ha sido un aumento drástico de las noches tropicales (con mínimas de 20 °C) y, peor aún, de las noches tórridas (con mínimas de 25 °C). En junio, el puerto de Palma batió su récord con 27 noches tropicales y 4 tórridas. En el faro de Capdepera, que nunca había registrado una noche tórrida en junio, ya llevan cinco.
El calor supone de por sí un riesgo para la salud de las personas, pero expertos como el físico J.J. Alemán advierten de una amenaza mayor: un Mediterráneo extremadamente cálido actúa como combustible para las supertormentas. Al evaporar más agua y transferir más energía a la atmósfera, potencia la formación de tormentas mucho más virulentas y con mayor capacidad de generar granizo de gran tamaño, como ya ocurrió en el episodio de agosto de 2022.

Temperaturas registradas por el satélite europeo Sentinel-3. Imagen: ESA
Un ecosistema al borde del colapso. Esta situación se enmarca en un junio de 2025 que ha sido el más anómalamente cálido de la serie histórica en la España peninsular, con una temperatura media 3,5 °C por encima de lo normal. La tierra y el mar se retroalimentan en un círculo vicioso de calor mientras, bajo la superficie, se está produciendo una catástrofe silenciosa.
El calentamiento acelerado está provocando la «tropicalización» del Mediterráneo, alterando de forma radical su biodiversidad. El Institut de Ciències del Mar ha avistado peces de aguas cálidas, como el pez loro (antes confinado al sur), en Baleares y Almería. También advierte de la proliferación temprana de medusas, cuyo ciclo vital se acelera por el calor. Y de la muerte masiva de corales y praderas de posidonia, un ecosistema clave para la salud del Mediterráneo.
Un mar enfermo y sin defensas. Todo apunta a que esta ola de calor marina no es un evento aislado. El Mediterráneo se calienta un 20% más rápido que la media mundial y sufre problemas endémicos de sobrepesca, contaminación y especies invasoras. Para colmo, el invierno tradicional, que servía como periodo de recuperación, está desapareciendo, lo que ha dejado al mar sin capacidad de regenerarse. Pasamos de un verano a otro, cada vez más intenso, sin descanso.
30 grados a 30 de junio en una boya en Mallorca es mucho más que un dato. Es el síntoma más evidente de un problemón meteorológico que ya está aquí y que redefine nuestro clima, amenaza nuestros ecosistemas y nos obliga a prepararnos para una nueva realidad de extremos.
Imagen | AEMET