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Lanzarote ha construido el laboratorio del futuro agrícola: está regando el desierto con energía eólica

El impulso por las energías limpias ha entrado en el campo español con fuerza. En muchos lugares, los nuevos proyectos energéticos chocan con vecinos, paisajes y formas de vida que llevan generaciones ahí. En el norte, hay protestas vecinales por la proliferación de aerogeneradores que alteran el paisaje. En zonas agrícolas del sur, los paneles solares compiten con cultivos tradicionales. Y mientras tanto, en Lanzarote, han encontrado en el viento una herramienta para algo muy distinto: regar.

Transformando el riego. Según ha informado el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación a través de nota de prensa, han puesto en marcha una actuación para modernizar el regadío de 300 hectáreas en el noreste de Lanzarote, concretamente en los municipios de Tinajo y Teguise. La intervención, que ejecuta la empresa pública Seiasa, se centrará en cultivos hortícolas y beneficiará a 667 regantes, aunque otras fuentes elevan esta cifra a 697, tal y como ha publicado La Provincia.

La inversión total asciende a 24,4 millones de euros, sin contar el Impuesto General Indirecto Canario (IGIC). El Cabildo de Lanzarote ha aportado una cuarta parte del presupuesto y ha adquirido los terrenos donde se ubican las balsas, según ha señalado Diario de Lanzarote. El resto se financia a través del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (PRTR), con fondos europeos Next Generation.

Regando con agua de mar. La obra se articula en torno a una planta desaladora por ósmosis inversa, actualmente en construcción junto a la depuradora nordeste de Lanzarote, en la zona de La Santa. Desde ahí, el agua se impulsará a través de una estación de bombeo hacia dos áreas agrícolas, donde se almacenará en un depósito de 4.000 metros cúbicos en El Cuchillo y en una balsa de 38.000 metros cúbicos en Tinache, como ha detallado Diario de Lanzarote.

Toda la infraestructura contará con un sistema de telemedida y telecontrol, lo que permitirá automatizar el riego y optimizar el uso del agua, algo crucial en un territorio donde cada gota cuenta. Parte de la energía que alimenta el sistema procederá de un aerogenerador.

No es la primera ni la última. El uso de aerogeneradores en Lanzarote para impulsar el riego no es un caso aislado, sino parte de una tendencia más amplia en el archipiélago canario: aprovechar sus condiciones naturales extremas para ensayar soluciones tecnológicas que podrían ser clave en el futuro energético y agrícola. La combinación de desalación, energías limpias y automatización convierte a estas islas en laboratorios vivos.

En otras zonas del archipiélago también se está experimentando con soluciones innovadoras. En El Hierro, por ejemplo, llevan más de una década intentando alcanzar la autosuficiencia energética con renovables, aunque siguen dependiendo parcialmente del diésel. En Gran Canaria, se ha instalado una desaladora portátil alimentada por energía renovable para demostrar que se puede producir agua potable sin recurrir a combustibles fósiles. Además, en las islas en su conjunto se está explorando el uso de la fuerza del oleaje para generar agua potable, mediante un sistema que convierte la energía de las olas en electricidad que alimenta una planta desaladora. Estas experiencias, repartidas por distintas islas, forman parte de un mismo impulso: probar, ensayar, anticipar.

Un laboratorio agrícola. Este tipo de infraestructuras apuntan a algo más que la mejora del riego en una zona concreta. En un país cada vez más afectado por la sequía y el encarecimiento energético, la viabilidad del campo dependerá en gran parte de cómo se gestionen recursos tan básicos como el agua o la energía.

En este contexto, Lanzarote, con sus condiciones extremas, funciona casi como un laboratorio agrícola. Y lo que se ensaye allí —funcione o no— puede marcar el camino para otras zonas agrícolas que buscan alternativas sostenibles sin renunciar a producir. La combinación de fuentes no convencionales de agua y energías renovables no resuelve todos los dilemas del sector, pero abre un espacio para repensar el modelo agrícola en un momento en que el sistema actual muestra claros signos de agotamiento.

Imagen | IgnacioRomeroPerera y Unsplash

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