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Rusia está sorprendiendo a Ucrania con ataques suicidas. No son drones, son oleadas de asalto en moto al estilo Mad Max

Los drones han cambiado tanto las tácticas de combate que la Guerra de Ucrania se ha convertido en un laboratorio de pruebas donde tecnologías punteras y arsenal del pasado se mezclan para tratar de encontrar una ventaja sobre el enemigo. Ya hemos visto como la Primera y Segunda Guerra Mundial se reconocían en algunas prácticas. La última: una ofensiva rusa que Ucrania no vio llegar: oleadas ofensivas de tropas a dos ruedas.

Las cargas suicidas. Las imágenes que se han estado viendo en diferentes canales son más propias de la saga Mad Max que vimos en el cine. Y no solo por la apariencia y el entorno de estos escuadrones, sino por el tipo de ofensiva y el final en la mayoría de casos. Lo que se aprecia es una peligrosa evolución de las tácticas de asalto, una donde el ejército ruso ha comenzado a utilizar motocicletas como herramienta principal para avanzar hacia las líneas ucranianas, en un intento de eludir la destrucción de sus blindados modernos ante el poder de los drones de ataque de precisión.

En cifras, contaba el Telegram que una cuarta parte de los soldados rusos que participan en ofensivas terrestres lo hacen ahora sobre dos ruedas, un número que subraya la desesperación estratégica de Moscú ante un enemigo que domina el aire con enjambres de drones FPV. Estas incursiones, que a menudo involucran más de 100 motoristas simultáneamente, tienen una tasa de mortalidad extremadamente alta, razón por la cual los propios combatientes rusos han comenzado a compartir en redes guías de supervivencia con consejos que parecen extraídos de un escenario de guerra postapocalíptico.

Una lógica brutal. La lógica detrás de estas cargas en moto es tan sencilla como escalofriante: los tanques son blancos fáciles y los soldados a pie demasiado lentos. Las motocicletas, en cambio, pueden moverse rápido, dispersarse, zigzaguear y, con suerte, esquivar los drones antes de ser detectadas. Ocurre que la velocidad no es protección, y los FPV, con velocidades de hasta 190 km/h y una autonomía de varios minutos, convierten cualquier error en una sentencia de muerte.

La guía compartida en el canal ruso de Telegram Rambo School lo resume de forma clara: “Tu moto es velocidad, no armadura. Un error es la muerte”. La recomendación: evitar carreteras rectas, desplazarse por terrenos quebrados, reaccionar en menos de tres segundos, desprenderse de cualquier peso extra y, si se detecta un dron, separarse de los compañeros para dividir el riesgo. “No frenes. O mueres”, repite la consigna central. La pequeña posibilidad de sobrevivir mejora si se han explorado rutas de escape y se conduce entre árboles, edificios o directamente hacia la maleza, esperando que el dron choque antes de impactar.

Tácticas sin retorno. Contaban en Forbes que estos ataques no buscan tomar terreno estratégico a gran escala, sino ganar unos pocos metros y presionar líneas defensivas. Su éxito, por tanto, es marginal y casi siempre temporal, pero responde a una realidad brutal: la vida del soldado ruso es tratada como prescindible en una guerra de desgaste donde la prioridad es el volumen, no la eficiencia.

A diferencia de cualquier ejército occidental, que difícilmente aceptaría semejante nivel de bajas en una sola operación, Rusia parece cómoda asumiendo que el 80-90% de estos motociclistas no regresará. Sobrevivir a una de estas embestidas no supone una recompensa, sino ser el primero en la siguiente oleada. 

Una guerra que muta. Lo hemos ido contando antes. El cambio de paradigma militar en el frente ucraniano muestra una guerra que está reinventando sus formas en tiempo real. De los tanques convertidos en ataúdes móviles, se ha pasado a vehículos ligeros como buggies, quads y motocicletas, que ofrecen algo más de movilidad a costa de protección. La tendencia parece clara: priorizar la evasión por sobre la resistencia.

Sin embargo, la evolución es recíproca. Si las cargas en moto demuestran una amenaza táctica real, posiblemente no pasará mucho tiempo antes de que Ucrania introduzca contramedidas específicas, como drones “antimotos” con campos de visión más amplios o cabezas explosivas de fragmentación diseñadas para anular a estos blancos móviles, y luego aparecerá la contraréplica rusa y así…. De momento, Ucrania ya ha triplicado su producción de drones en un año, alcanzando los 4,5 millones en 2025, con operadores cada vez más capacitados para interceptar y eliminar motociclistas antes de que se acerquen al frente.

Sacrificio perpetuo. En resumen, el fenómeno de las cargas suicidas en moto no solo evidencia el alto coste humano que se está dispuesto a pagar, sino también el carácter cada vez más asimétrico y tecnológico del conflicto. La imagen de soldados sin armadura lanzándose por caminos de tierra para esquivar drones como si fueran proyectiles inteligentes retrata una guerra que ha dejado atrás toda noción tradicional de enfrentamiento bélico.

Si se quiere también, lo que ocurre en el frente es más parecido a un experimento letal de evolución militar, donde la adaptación significa la diferencia entre ser pulverizado en segundos o durar lo suficiente para, quizás, morir en la siguiente oleada. La frase que resume esta dinámica no es una metáfora, es una orden de combate entre las tropas: Correr o morir.

Imagen | Telegram/Ministry of Defense of Russia

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