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Los samuráis idearon cómo defecar de forma eficiente. Japón ha perfeccionado el arte que viene después: limpiarnos el culo

Mucha gente lo desconoce, pero ir al baño y defecar de la forma más rápida y eficiente posible es una fórmula que inventaron los japoneses después de que Uesugi Kenshin, uno de los guerreros nipones más poderosos, cayera muerto… mientras estaba haciendo sus necesidades. Los samuráis entonces formularon una técnica para el “apretón”: cruzar las piernas. Varios siglos después, la nación japonesa volvería a erigirse como la abanderada en los asuntos del baño, y una compañía iba a convertirse en protagonista de la segunda parte: la limpieza.

Una revolución higiénica. Año 1982, un anuncio televisivo en Japón marca un antes y un después en la historia de los hábitos de higiene personal. En aquel comercial, una actriz preguntaba con naturalidad por qué, si nos lavamos las manos cuando se ensucian, no hacemos lo mismo con nuestro trasero. Con aquella sencilla lógica se presentaba al público el Washlet de Toto, un asiento de inodoro con bidé incorporado, calefacción, secado y otras funciones avanzadas.

La reacción inicial fue de estupefacción, incluso de rechazo. El anuncio causó, de hecho, controversia por emitirse durante la hora de la cena. Sin embargo, con el paso del tiempo, lo que comenzó como una excentricidad tecnológica se convirtió en un símbolo nacional: hoy, más del 80% de los hogares japoneses utilizan este tipo de inodoros. Pero hay mucho más.

De rareza a estándar. Lo contaba el fin de semana el New York Times en un reportaje. Toto, fundada en 1917 en Kitakyushu, perfeccionó una idea que observó en el ámbito médico estadounidense en los años 60: un dispositivo de limpieza por agua. Rediseñado con la meticulosidad nipona, el Washlet se lanzó en 1980 y evolucionó lentamente.

Tardaron casi dos décadas en vender los primeros diez millones de unidades, pero tras añadir innovaciones como la desodorización (1992), el cierre automático de tapa (2003) o el ajuste exacto de temperatura del agua, la aceptación se disparó. La cultura japonesa, donde incluso los objetos domésticos pueden considerarse sagrados y la incomodidad es vista como un desafío a resolver, abrazó la idea con fuerza. Hoy se han vendido más de 60 millones de Washlets en todo el mundo, con ventas que no paran de crecer.

La conquista internacional: la pandemia. Aunque el éxito en Asia fue inmediato, la conquista de otros mercados, como el estadounidense, fue más bien ardua. Desde su llegada en 1989, Toto se enfrentó a los tabúes culturales, rechazo publicitario e incluso protestas por vallas en Times Square que mostraban traseros desnudos. Solo el boca a boca mantuvo viva la marca durante años.

¿Qué pasó? Que todo cambió con la pandemia de COVID-19. Lo hemos contado: la “escasez” de papel higiénico y el aumento del tiempo en casa llevó a miles de consumidores norteamericanos a reconsiderar sus hábitos. Las ventas de Washlets en Estados Unidos se duplicaron en 2020 y han mantenido su impulso desde entonces. Las redes sociales, los hoteles de lujo o incluso celebridades como Ali Wong o DJ Khaled también han contribuido al auge del fenómeno.

El efecto turista. Plus: otra fuerza inesperada en esta expansión ha sido el turismo. La experiencia de usar un inodoro japonés durante un viaje se ha convertido en una especie de revelación/must para muchos visitantes. Contaba el Times el caso del profesor canadiense Ryan Gregory como ilustrativo: tras probar un Washlet en Japón, compró dos para su hogar.

Dicha experiencia se repite cada vez más, lo que ha consolidado a la nación como no solo un fabricante de tecnología, sino un exportador de estándares de confort doméstico. En un país como Estados Unidos, donde los inodoros con bidé aún representan solo el 2,5% del total, Toto ve un vasto mercado por conquistar (o traseros por limpiar).

Desafíos comerciales. Por supuesto, el crecimiento de Toto no está exento de obstáculos. La mayoría de los Washlets vendidos en Estados Unidos se fabrican en Tailandia y Malasia, y las amenazas arancelarias de la administración Trump a esos países podrían encarecer sus productos.

Con todo, el presidente de Toto, Shinya Tamura, no considera cambiar sus objetivos. Es más, quiere duplicar las ventas en Estados Unidos para 2027 y, como gesto simbólico, planea volver a intentarlo en Times Square. Con un mercado internacional cada vez más receptivo y un producto que transforma una necesidad fisiológica en una experiencia de confort, la empresa japonesa se prepara para seguir liderando una silenciosa pero profunda revolución cultural.

La de nuestros traseros.

Imagen | BrainWashers, Ted Slampyak via The Art of Manliness

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