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Llevamos años confundiendo la celiaquía y la intolerancia al gluten. Las diferencia es importante pero invisible a simple vista

En los últimos años hemos visto que la celiaquía o enfermedad celiaca y las intolerancias al gluten se iban visibilizando. A pesar de que hoy en día la sociedad está más familiarizada con estos términos, el hecho de que el elemento que desata ambas reacciones adversas de nuestro cuerpo sea el mismo, el gluten, implica posibles confusiones entre un trastorno y otro.

Empecemos por lo básico: qué es el gluten. El gluten es una proteína que podemos encontrar en el los granos de algunas plantas, entre las que podemos destacar el trigo, el centeno o la cebada. El gluten puede incluso ser extraído y empleado como aditivo para dar cierta textura y sabor.

Sin embargo, en el supermercado también encontraremos productos que destacan en su envase la ausencia de esta proteína. El motivo es que muchas personas sienten reacciones adversas ante su consumo. Estas reacciones tienen distintos orígenes pero síntomas similares, lo que hace que muchas personas no estén familiarizadas con las diferencias entre estos dos trastornos.

La celiaquía es un trastorno autoinmune. Cuando las personas celiacas consumen glúten, su sistema inmunitario se desata y daña las vellosidades intestinales. Estas son unas proyecciones microscópicas que forman parte revestimiento interno del intestino, fundamentales a la hora de absorber nutrientes. El daño causado dificulta precisamente la absorción de nutrientes tras desatarse la reacción autoinmune.

Desconocemos de la existencia de una cura para esta enfermedad y es poco lo que sabemos de su origen. Sí sabemos que existe un componente hereditario: las personas con familiares celiacos son más propensas a padecer este trastorno. Entre sus síntomas se puede encontrar el dolor abdominal, gases, estreñimiento, disminución del apetito y pérdidas de peso aparentemente inexplicables, entre otros.

La intolerancia al gluten, sensibilidad al gluten o sensibilidad al gluten no celiaca (NCGS) también se desata como una reacción al consumo de gluten y presenta algunos síntomas similares a la enfermedad celiaca. Sin embargo en estos casos los expertos no tienen clara la intervención del sistema inmune debido a que no se detectan anticuerpos en la respuesta de nuestro cuerpo al consumo de la proteína.

Esta reacción adversa también puede hacer que surjan síntomas en nuestro sistema digestivo, entre ellos gases, diarrea o estreñimiento; así como síntomas de otros tipos como dolor de cabeza, dolor en las articulaciones o sarpullidos. Poco a poco vamos estudiando este tipo de problemas, pero aún es poco lo que sabemos de esta intolerancia.

Similitudes y diferencias

La diferencia fundamental entre intolerancia al gluten y celiaquía es lo que hace a este último un trastorno más grave, y es el daño que aparece en el intestino y que puede afectar a cómo absorbe nuestro cuerpo los nutrientes. Este daño no se da en personas intolerantes. El origen autoinmune de la enfermedad también puede verse como una importante diferencia.

Ambos trastornos comparten algunos síntomas pero también es importante el hecho de que cortar el gluten de las dietas también lleva a una rápida mejora de estos síntomas.

Entonces, ¿cómo se diagnostica cada afección? Cuando sentimos que el gluten nos sienta mal podemos someternos a algunas pruebas que nos indiquen si tenemos celiaquía. Un test de anticuerpos nos puede decir si nuestro cuerpo está generando una reacción autoinmune al procesar el gluten.

También podemos hacernos una prueba genética que nos indique si nuestros genes se relacionan con una propensión a padecer la enfermedad. Finalmente, una biopsia puede indicarnos si presentamos lesiones intestinales propias de la celiaquía. Si los tests no señalan la probabilidad de que padezcamos esta enfermedad pero nuestros síntomas remiten al dejar de consumir gluten, es probable que el diagnóstico sea NGCS.

“La enfermedad celiaca es un trastorno del sistema inmune que daña tu intestino delgado aun cuando comes una pequeña cantidad de gluten. La celiaquía también corre en la sangre”, explica Alberto Rubio Tapia, de la Cleveland Clinic. “[La sensibilidad al gluten no celiaca] es un trastorno digestivo, no un problema del sistema inmune. La NGCS no daña tu intestino y no tiende a repetirse en las familias.”

Por si esto fuera poco, existe otro trastorno que a veces puede llevarnos a confusión. Celiaquía e intolerancia tampoco deben ser confundidas con alergias alimentarias, especialmente con la alergia al trigo. Al ser el trigo una importante fuente de gluten, caer en este error puede ser fácil.

Una alergia alimentaria no muy severa puede causar síntomas similares que podrían confundirse con los de la enfermedad celiaca o con una intolerancia al gluten. Otros síntomas propios de las alergias, como picazón en los ojos o problemas respiratorios pueden ayudarnos a distinguir este tercer problema.

Distinguir entre las tres afecciones es más importante de lo que parece. Las alergias alimentarias más graves pueden poner en riesgo nuestra vida, pero la celiaquía también está relacionada con problemas de salud graves que pueden darse a largo plazo. Las personas celiacas tienden por ejemplo a presentar un mayor riesgo de padecer cáncer intestinal , intolerancia a la lactosa o diabetes tipo I.

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Imagen | Wesual Click

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