Creer que lo sano dura menos está cambiando cómo comemos (y cuánto desperdiciamos)
Hoy en día, saber cuánto dura realmente un alimento se ha vuelto casi un misterio. ¿Cuánto aguanta un pimiento en la nevera? ¿Por qué esa manzana lleva una semana en el frutero y nadie se la come? ¿Se ha echado a perder o simplemente lo creemos? Esta confusión podría estar provocando algo más, un aumento innecesario del desperdicio alimentario.
En corto. Muchos alimentos vienen con etiquetas como «consumir preferentemente antes de”, “fecha de caducidad”, o incluso “envasado el…”, lo que siempre se ha interpretado como fecha límite de seguridad alimentaria. Sin embargo, según la EFSA (Agencia Europea de Seguridad Alimentaria), este tipo de etiquetado no significan que el alimento no sea seguro después de esa fecha, sino que podría perder calidad, no seguridad.
Hay un estudio detrás. Entre 2018 y 2024, más de 3.500 consumidores de Estados Unidos, Canadá, Reino Unido y Corea del Sur participaron en un estudio académico en ocho partes, publicado en el Journal of Marketing Research. El objetivo de la investigación era entender cómo la percepción de los «alimentos saludables» afecta su manejo y consumo.
En uno de los experimentos, los científicos pidieron a los participantes que clasificaran seis productos (cereales, barritas de snack, barritas de proteína, yogur, galletas y patatas fritas) en dos categorías: los que consideraban más saludables y los que creían que caducarían más rápido. La mayoría asumió que los alimentos considerados «más saludables» fueron los que pensaron que se echarían a perder antes. Jeehye Christine Kim, profesora de la Universidad de Virginia y coautora del estudio, lo ha explicado del siguiente modo: “Esto se debe a la falta de conocimiento sobre el deterioro de los alimentos. Los consumidores aplican lo que saben sobre frutas y verduras frescas a alimentos envasados, incluso cuando no es lógico hacerlo”.
Pero hay algo más. La investigación ha mostrado que los consumidores eran más propensos a tirar los alimentos saludables al acercarse su fecha de caducidad que a desechar productos menos saludables en la misma situación.
No obstante, los investigadores le han puesto nombre: heurística de salud. Una suposición automática que lleva a pensar que, si un alimento es saludable, también debe ser más perecedero. Esa creencia nace de la experiencia real con frutas y verduras frescas —que sí se estropean rápido—, y se aplica erróneamente a productos envasados como yogures o barritas. A eso se suma otro factor: el miedo a equivocarse. Como no siempre sabemos cómo identificar si un alimento sigue siendo seguro o no, y como las etiquetas no ayudan, preferimos desecharlo “por si acaso”. Pero ese “por si acaso” tiene un coste: más comida desperdiciada, muchas veces sin necesidad.
Una búsqueda para desperdiciar menos. Los investigadores sugieren que una de las claves para resolver este problema está en el etiquetado. Según ha explicado Brent McFerran, profesor de la Universidad Simon Fraser y coautor del estudio, al The Wall Street Journal, tanto la industria alimentaria como los gobiernos deben actuar, ya que «muchos alimentos perfectamente sanos y seguros para el consumo suelen tirarse a la basura por desconocimiento de cuánto tiempo se pueden consumir sin peligro”.
Por su parte, la EFSA promueve campañas informativas para que los consumidores aprendan la diferencia entre las etiquetas de caducidad y las de consumo preferente, e impulsa a los fabricantes a mejorar la claridad de sus envases.
Más allá de elegir sano. Comer sano no debería significar tirar más comida. Pero mientras persista la confusión sobre qué significa realmente una fecha impresa en un envase, miles de productos perfectamente comestibles seguirán acabando en la basura cada día.
Entender qué significan las etiquetas, exigir claridad y repensar nuestras percepciones puede tener un impacto real, no solo en nuestra salud, sino también en el planeta. Porque elegir saludable también debería incluir cuidar lo que no se desperdicia.
Imagen | Dean Hochman