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Sam Altman está construyendo un imperio con OpenAI. Uno con algunas luces y con muchas sombras

Sam Altman es un maestro de la empatía. Te escucha como si fueras la persona más interesante del mundo, aprende lo que necesita sobre ti y su discurso se ajusta a lo que quieres. Y así te convence.

Es una de las primeras conclusiones a las que Karen Hao llega en su nuevo libro ‘Empire of AI’. En él se nos narran los orígenes de OpenAI y su evolución gracias a cientos de entrevistas con empleados y exempleados de la compañía, además de las realizadas a profesionales de otras empresas de la industria de la inteligencia artificial.

A Altman se le quiere o se le odia, no hay término medio

En realidad conocemos la historia —en Xataka llevamos años hablando de OpenAI— , pero lo que nos propone Hao es una visita a lo que pasa tras las bambalinas, aportando muchos detalles desconocios que nos ayudan a comprender el pasado, presente y quizás el futuro de la compañía.

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Muchos de esos detalles se centran en la figura de Sam Altman, que no sale especialmente bien parado. Brillante como vendedor de proyectos aparentemente imposibles, Altman es parco en palabras en sus comunicaciones con otros colegas. Escribe correos con una única palabra, «meet», para concertar citas, y a veces usa un simple «?» porque quien escribe menos parece ganar la partida. De eso sabe mucho Jeff Bezos.

Eso, claro, cuando escribía algo, porque según Hao Altman no deja casi nada escrito. Todo es verbal, algo que le permitía argumentar después que la gente no recordaba bien lo que había hablado con él.

Las opiniones de quienes hablan de él en el libro son significativas. Uno de ellos comentaba que «es tan atento. Pero en parte lo usa para averiguar cómo influenciarte de diferentes maneras». Otros comentaban cómo Altman evita expresar emociones negativas y también la confrontación. Esquivaba la palabra «no» en las conversaciones con otras personas. «Otros comenzaron a verle como alguien diabólicamente capaz de doblegar las situaciones a su favor».

Ilya Sutskever, uno de los cofundadores que salió tras sus diferencias con él, dejó una declaración inquietante: «no creo que Sam sea la persona adecuada para ser quien tenga el dedo sobre el botón de la AGI».

OpenAI vive su propio ‘Juego de Tronos’

Paul Graham, su mentor en YC Combinator, dejó dos citas que dejan una idea clara de cómo es Sam Altman. En la primera comentó que «podrías tirarle en paracaidas a una isla llena de caníbales, volver en cinco años y él sería el rey». En la segunda reforzó esa visión de su protegido: «Sam es extremadamente bueno a la hora de convertirse en alguien con poder».

Es algo que Hao menciona a menudo en el libro y que deja claro que Altman hace muy bien una cosa: ganar las batallas por el poder. Hay dos ejemplos claros, también conocidos. El primero, cuando logró arrebatarle a Musk la dirección de OpenAI en los inicios de esa singular aventura. El segundo, cuando tras su escandaloso despido volvió con más fuerza que nunca como todopoderoso CEO de OpenAI.

Chatgpt Broken

Esos dos momentos de la historia de esta empresa son en realidad reflejo de lo que ocurre en cualquier imperio: la cara vista es habitualmente impecable, grandiosa, potente. La cara oculta está llena de conflictos y guerras internas, de batallas por el poder, y de rivalidades y diferencias de criterio que acaban mal.

En todas esas batallas se imponía una y otra vez un Altman que según Hao usaba una táctica singular: cambiaba su discurso según el interlocutor. Lo que le había dicho a A no era a menudo lo que le había dicho a B. El problema surgía cuando A y B hablaban sobre lo que Altman les había dicho a ambos.

Eso también ocurrió con la visión original de OpenAI. Creada como un laboratorio para el desarrollo de una IA beneficiosa para el mundo, el enfoque cambiaría pronto. De compartir conocimiento y detalles sobre sus modelos, la empresa se convirtió en un búnker del secretismo.

Buscando ser el monopolio de la IA

Como Oppenheimer, Altman cree que «la tecnología ocurre porque es posible», y como otros antes que él —incluido uno de sus mentores y amigos, Peter Thiel— su objetivo (como el de sus competidores, por supuesto) es claro según Hao: lo que quiere es crear un monopolio de la IA.

Eso lo hemos visto con la evolución de sus modelos, cada vez más potentes, y que estaban ahí para ganar dinero. Esa era la visión que ha acabado ganando. La otra, la de tratar de desarrollar una IA segura y «alineada con los objetivos de la raza humana» ha quedado en segundo plano.

De hecho Hao lo refleja bien en el libro. Si OpenAI está liderando la carrera de la IA en la actualidad no es solo por haber sido el primero en lanzar un chatbot como ChatGPT, sino por su aparentemente desproporcionado escalado.

Ha invertido más que nadie desde el principio. Para empezar, para captar talento. Cuando comenzó el proyecto para crear OpenAI Ilya Sutskever trabajaba en Google Brain y ya era considerado una súperestrella de este segmento.

Al resto de miembros fundadores se les ofreció un sueldo de 175.000 dólares y acciones de YC Combinator o de SpaceX. Pero a Sutskever le ofrecieron casi dos millones de dólares anuales, pero Google contraofertó en una puja cuya cifra final no se conoce.

Lo que sí se sabe es que Sutskever acabó abandonando Google para fichar por OpenAI —y luego dejarla—. En 2016 de los 11 millones que gastó OpenAI, siete fueron para sueldos. Inicialmente la empresa «no sabía realmente qué estaba haciendo», explica Hao: pocas de las cosas en las que trabajaban funcionaban, y las que lo hacían «parecían poco originales o algo que alguien ya había hecho».

Hubo más apuestas ambiciosas. Lo demuestra la famosa demo de esa especie de «GPT 2.5» que le hicieron a Bill Gates en abril de 2019. Hasta entonces quienes investigaban el desarrollo de modelos fundacionales de IA lo hacían entrenando esos modelos con unas pocas docenas de GPUs. Darío Amodei —que acabó saliéndose de OpenAI para cofundar Anthropic— se lanzó a entrenar esa nueva versión de GPT en 10.000 GPUs NVIDIA V100.

Probablemente en ese momento muchos aquello una carísima extravagancia, un derroche —como tantos otros después—. Aquella decisión fue un testamento de la apuesta total de OpenAI por su enfoque. Una que le permitió ir por delante durante años. Esa «Gates Demo» fue la que acabó dejando asombrado al cofundador de Microsoft. Y fue sin duda uno de los motivos para que Microsoft acabara invirtiendo aquellos primeros 1.000 millones de dólares en la compañía. Como revelaron correos entre Kevin Scott (CTO de Microsoft) a Satya Nadella y Bill Gates, la preocupación por la ventaja que llevaba esta empresa hizo que prefirieran tenerla como aliada antes de como enemiga. Como sabemos, la cosa ha acabado torciéndose.

La cara oscura de la IA

Pero en ‘Empire of AI’ hay además una contundente crítica al lado más oscuro de OpenAI. Uno trágico y terrible que nos cuenta cómo la empresa ha aprovechado la mano de obra barata de países como Kenia, donde los trabajadores ganaban una miseria etiquetando contenido tóxico para pulir el funcionamiento de ChatGPT.

Dalles

Torres de refrigeración del centro de datos de Google en The Dalles, Oregon. Fuente: Google.

Los usuarios nos sorprendemos por lo bien y educadamente que responde, pero si el chatbot se comporta así es gracias en gran parte a personas que ahora tienen trastorno de estrés postraumático como antes lo tuvieron los moderadores de YouTube o Facebook.

Como otras, OpenAI ha explotado también a trabajadores en países de Sudamérica como Colombia, Chile —terrible lo que detalla la autora allí— o Uruguay. No solo eso: Hao habla de cómo gigantes tecnológicos como Google han intentado llegar a polémicos acuerdos con algunos de esos países para construir centros de datos que amenazarían aún más las exiguas reservas de agua potable del país.

Pasó en Uruguay: Google compró allí 29 hectáreas de tierra para construir un centro de datos que consumiría 7,6 millones de litros de agua al día para tareas de refrigeración. Eso equivale al consumo diario de 55.000 personas, muchas de las cuales no se podían permitir comprar agua embotellada.

Hay mucho más que descubrir este llamativo trabajo de investigación de Hao, sin duda. En su prólogo ya apunta a una de sus conclusiones no ya solo sobre OpenAI, sino el resto de empresas de IA: «A lo largo de los años, he encontrado solo una metáfora que encapsule la naturaleza de lo que estas potencias de la IA son: imperios».

En otra reflexión de Hao, al hablar de los orígenes de Altman, se mostraba aún más cruda:

«Eso revelaría hasta qué punto la búsqueda del dominio de esa tecnología —que ya está reestructurando la sociedad y transformando nuestro planeta— se basa en los valores polarizados, los egos enfrentados y la humanidad desordenada de un pequeño puñado de personas falibles«.

Y al final es siempre eso.

Disponibilidad de ‘Empire of AI’

El libro ‘Empire of AI’ de Karen Hao está disponible en idioma inglés a través de la editorial  Penguin Random House en distintas librerías y tiendas online especializadas. De momento no hay detalles o fecha de salida de una posible edición en español.

Empire of AI: Dreams and Nightmares in Sam Altman’s OpenAI

* Algún precio puede haber cambiado desde la última revisión

Más información | Penguin Random Books

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