
La mayor low cost de Europa está a punto de subir sus precios. Tras un año con billetes hasta un 7% más baratos, Ryanair ha anunciado aumentos de precios para este verano.
Su beneficio cayó en el último trimestre, un 16%, hasta los 1.600 millones de euros, arrastrado por la guerra con las agencias online y las entregas fallidas de Boeing.
En detalle. Michael O’Leary, su CEO, lo vende como una “robustez notable” en un año difícil. Pero el margen real por pasajero se ha quedado en apenas 8 euros, menos que sus más de 10 euros de 2024.
Ryanair ha tenido que regalar parte del asiento barato a golpe de descuento. Las agencias online dejaron de vender sus vuelos y eso le obligó a bajar precios para mantener la ocupación. Es un problema serio para una aerolínea cuyo modelo vive de llenar cada vuelo al 95%.
Por qué es importante. Ryanair, con su muy particular imagen de marca, es un termómetro del transporte aéreo europeo. Si ella sufre, el resto también, porque paradójicamente nadie, ni siquiera las grandes, se acercan a la rentabilidad de la reina del vuelo low cost.


El equilibrio entre costes a raya, crecimiento constante y tensiones permanentes con sus socios (fabricantes de aviones, agencias de viajes, gobiernos al mando de los aeropuertos) a veces se resquebraja. Y si hasta Ryanair tiene que subir precios, este verano volar será presumiblemente más caro. Incluso para el resto.
En perspectiva. Ryanair ha recortado sus expectativas. De los 215 millones de pasajeros que esperaba para 2025-2026, pasa a 203 millones. Su objetivo a largo plazo (300 millones en 2034) sigue en pie, pero ha frenado el ritmo.
Además, la tensión a ambos lados del Atlántico puede derivar en aranceles para los aviones Boeing a los que recurre Ryanair (uno de los secretos de sus precios es la homogeneidad de su flota). Y Ryanair lo tiene claro: si hay que matricular los aviones en Reino Unido para evitar esos aranceles, lo hará. La idea de pasar a comprar aviones chinos suena más a órdago, a modus operandi.
Lo importante es que los aranceles no se traduzcan en un coste para ellos.
El telón de fondo. El relato de Ryanair no cambia: crecimiento, precios bajos para el asientos rodeados de complementos que monetizar, presión a proveedores, retorno al accionista. Pero a veces aparecen las costuras.
O’Leary, su CEO, presume de músculo, pero ha tenido que recurrir a descuentos, ajustar expectativas y repartir dividendo para calmar a los mercados.
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