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Tras la polémica de Eurovisión, miles de personas se hicieron una vieja pregunta: ¿qué hace Israel en un concurso "europeo"?

Sobre el papel es el festival de la canción. En la práctica, hace ya años que Eurovisión es mucho más. Hay música, baile, luces y la profusión de brillo y excentricidad esperable en cualquier espectáculo que se precie; pero también política. Cada vez más. La edición de 2025 ha dejado un ejemplo claro a cuenta de Israel (ya ocurrió en 2024 o hace tres años, con Rusia) y reverdece una pregunta que suele surgir cada año: si Israel es un país de Asia Occidental (geográficamente hablando), ¿por qué participa en Eurovisión? Es más, ¿por qué forma parte de la UEFA o es miembro de asociaciones europeas en deportes como la natación?

Y sobre todo… ¿Tiene sentido que sea así?

Música, política y banderas. Aunque el sábado acarició la victoria gracias al televoto, el paso de Israel por Eurovisión ha estado marcado por la polémica, igual que lo estuvo el de 2024, el primero tras el conflicto de Gaza iniciado en octubre de 2023. Su representante, Yuval Raphael, una víctima de los ataques de Hamas, ha acaparado titulares. Y la mayoría no se centraban precisamente en su música.

La organización del festival ha expulsado a espectadores por mostrar banderas palestinas y se ha enzarzado en una agria polémica con RTVE por sus comentarios sobre el conflicto de Gaza durante las retransmisiones, nada comparado con lo que hizo la tele belga, que directamente optó por no emitir la actuación de Raphael.

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Echando la vista atrás. Israel quizás haya acaparado los focos eurovisivos esta edición, pero no es una recién llegada al festival. Al contrario. Aunque Eurovisión lo organiza la Unión Europea de Radiodifusión y ese nombre puede llevarnos a pensar en la UE o como mucho en el continente europeo, Israel, un país de Asia Occidental, forma parte de su historia desde hace más de medio siglo.

El país debutó en 1973. Y no le ha ido nada mal. El sábado quedó en segundo puesto, pero ha ganado en cuatro ocasiones. La última hace relativamente poco, en 2018, con Netta, lo que explica que un año después el festival se celebrase en Tel Aviv. Y sí, en aquella ocasión también sonaron voces que animaban al boicot.

¿Pero no es un festival europeo? Sí. Y no. El festival efectivamente se llama Eurovisión y lo organiza la UER, pero esta última es una alianza que va mucho más allá de la Europa estrictamente geográfica: agrupa a 113 organizaciones de más de 50 países y 31 asociados de Asia, África, Australasia y las Américas. La membresía, como recuerda la propia UER, está dirigida a entidades cuyos países son miembros del Consejo de Europa o se encuentran dentro del Área Europea de Radiodifusión, un paraguas amplio bajo el que se sitúan algunos países de fuera de Europa.

El resultado es que entre los 113 miembros que componen la UER figuran organismos franceses, alemanes, holandeses, checos o RTVE, pero también entidades de Chipre (que aunque forma parte de la UE pertenece al suroeste asiático), Argelia, Jordania, Libia, Egipto o Marruecos. También Israel, lo que le permitió debutar en el Festival de la Canción Eurovisión en la década de 1970.

Eurovisión y mucho más. La UER no es el único foro europeo en el que Israel se ha hecho un hueco. Algo similar ocurre con la UEFA, la Unión de Asociaciones Europeas de Fútbol. Entre sus federaciones nacionales encontramos la española, inglesa, lituana, alemana, belga… Y la israelí. También Kazajistán, Turquía o Rusia, aunque en febrero de hace tres años UEFA y FIFA decidieron expulsarla.

¿Por qué se incluye Israel en esa lista? En su web la UEFA explica que Israel se convirtió en miembro activo de la Confederación Asiática de Fútbol en 1956, pero en 1974 decidió «abandonarla por motivos políticos«. La realidad, recuerda DW, es que en el mundo árabe y musulmán hubo países que se negaron a competir con sus representantes, como Turquía, Indonesia o Sudán. Esa tensión derivó en una votación en 1974 que acabó con Israel fuera de la federación asiática.

En competiciones europeas. A principios de los 90 Israel jugó de forma regular en Europa y, tras lo que la UEFA denomina un «prolongado proceso», su federación acabó convirtiéndose en miembro de la organización poco después, en 1994. El Maccabi Haifa o Hapoel Tel-Aviv, por ejemplo, han competido en torneos europeos. No es una rareza del fútbol. En balonmano, atletismo o natación Israel es miembro también de asociaciones con sede en el viejo continente.

Como telón de fondo (y al igual que ocurre en Eurovisión) hay mucho más que deporte: detrás del peculiar rol de Israel está su compleja historia, su controvertido rol político y las tensiones con otras naciones vecinas musulmanas que pueden remontarse hasta la fundación del estado de Israel, en 1948. Esas tensiones han marcado su historia reciente a nivel geopolítico, pero a menudo se ha extendido a otros ámbitos como los deportes, lo que le ha llevado a mirar a Occidente.

Una patata (cada vez más) caliente. Lo curioso es que esa patata no ha parado de calentarse, sobre todo tras el inicio del conflicto en Gaza en octubre de 2023 y la muerte de decenas de miles de palestinos. El festival de Eurovisión deja el ejemplo más reciente, pero no el único. Su participación en el concurso ya generó polémica el año pasado y en 2019 el movimiento Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) incluso animó a artistas y cadenas a ignorar la final celebrada en Tel Aviv.

En el terreno deportivo, la participación de Israel también estuvo marcada en parte por la polémica en los Juegos Olímpicos y varias asociaciones de Oriente Medio han reclamado ya a la FIFA para que vete al país en el fútbol internacional.

La pregunta. El escenario se complica aún más por el caso de Rusia, que tras iniciar la invasión de Ucrania, en febrero de 2022, sí recibió una severa respuesta por parte de las organizaciones internacionales. La UER la apartó de Eurovisión, a pesar de su tibia reacción inicial alegando que el festival es un «evento cultural de naturaleza no política», y la UEFA y FIFA adoptaron una medida similar, cerrando las puertas del Mundial y la Euroliga al país de Putin. Sus atletas también se quedaron fuera de los Juegos Olímpicos celebrados en 2024 en París.

La diferente respuesta a Israel y Rusia ha agitado el debate sobre cómo deben reaccionar entidades como la UER. Otra de las claves sobre que ha quedado de nuevo sobre la mesa tras Eurovisión es la participación de Israel en competiciones europeas. No ya por que resulte un estado políticamente controvertido, sino por su sintonía con los valores de Europa a medida que se difumina el linaje de los judíos europeos y gana peso el nacionalismo a través de figuras como Netanyahu.

Imágenes | EBU/ Sarah Louise Bennett, Joshjdss (Flickr), EBU/ Alma-Bengtsson

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