
¿Más que diplomacia? La llegada del nuevo embajador de EE.UU. en México desata especulaciones sobre la estrategia antinarcóticos de EE.UU.
Trasfondo militar y enfoque en «narcoterrorismo» alimentan debate sobre intenciones de Washington.
La reciente designación de Ronald Johnson como nuevo embajador de Estados Unidos en México ha provocado una ola de análisis y especulaciones, especialmente en lo que respecta a la estrategia que Washington implementará en la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado en el país vecino. La elección de Johnson, un exmilitar con experiencia en operaciones especiales y un historial ligado a temas de seguridad, ha sido interpretada por diversos sectores como una señal de que la administración estadounidense podría estar buscando un enfoque más directo y contundente, que trasciende los canales diplomáticos tradicionales.
Trump ha retomado su narrativa de intervención. Aunque no se ha concretado formalmente, en sectores republicanos se discute la posibilidad de operativos unilaterales contra el crimen organizado en territorio mexicano. Frente a esto, el gobierno federal ha manifestado su rechazo, pero la designación de Johnson podría presionar los márgenes de ese rechazo: no mediante discursos, sino mediante operaciones discretas.
La presidenta Claudia Sheinbaum ha reiterado que nuestro país no permitirá acciones militares extranjeras. Pero la amenaza no siempre se manifiesta en forma de tanques. A veces, se disfraza de diplomacia. Y cuando el embajador es un experto en operaciones encubiertas, el límite entre diplomacia y táctica se vuelve más difuso.
Un perfil que genera suspicacias
A diferencia de sus predecesores, Johnson no proviene del ámbito de la diplomacia de carrera. Su trayectoria profesional está marcada por su paso por el ejército, donde alcanzó el rango de General de Brigada, y por su trabajo en el Departamento de Defensa en áreas relacionadas con inteligencia y operaciones especiales. Este perfil, sumado a declaraciones recientes de funcionarios estadounidenses que han calificado a algunos cárteles mexicanos como «organizaciones narcoterroristas», ha generado preocupación en algunos sectores sobre un posible endurecimiento de la postura de Estados Unidos.
«La designación de un embajador con este perfil militar claramente envía un mensaje», señala Guadalupe Correa-Cabrera, experta en temas de seguridad fronteriza. «Sugiere que Estados Unidos está considerando todas las opciones sobre la mesa, incluyendo aquellas que podrían implicar una mayor participación de sus agencias de seguridad en territorio mexicano».
¿Operaciones encubiertas en el horizonte?
Una de las mayores preocupaciones que se han planteado es la posibilidad de que la administración estadounidense está planeando intensificar las operaciones encubiertas en México. Si bien no hay evidencia concreta que respalde esta hipótesis, el perfil del nuevo embajador y el discurso sobre el «narcoterrorismo» han alimentado estas especulaciones.
«Es poco probable que Estados Unidos se aventure a realizar operaciones militares a gran escala en México sin el consentimiento del gobierno mexicano», opina Raúl Benítez Manaut, especialista en seguridad nacional. «Sin embargo, no se puede descartar que estén considerando un mayor intercambio de inteligencia y una colaboración más estrecha con ciertas agencias mexicanas, incluso si eso implica un mayor nivel de discreción».
Tensiones y desafíos para la relación bilateral
Este nuevo escenario plantea importantes desafíos para la relación bilateral entre México y Estados Unidos. Si bien la cooperación en materia de seguridad es fundamental para ambos países, cualquier intento de Washington de imponer su agenda o de actuar unilateralmente podría generar tensiones y resentimiento en México.
El gobierno de la 4T, por su parte, ha reiterado su compromiso de combatir el crimen organizado, pero ha insistido en que esta lucha debe llevarse a cabo dentro del marco de la ley y respetando la soberanía del país. La capacidad de la administración mexicana para mantener el equilibrio entre la cooperación y la defensa de sus intereses nacionales será crucial en los próximos meses.
Más allá de la retórica
En última instancia, el éxito de cualquier estrategia para combatir el narcotráfico y el crimen organizado dependerá de la voluntad de ambos países para trabajar juntos de manera efectiva y respetuosa. Esto implica no sólo un mayor intercambio de información y recursos, sino también un compromiso real para abordar las causas profundas del problema, como la pobreza, la desigualdad y la corrupción.
Frente a esto, México debe definir su postura. No se trata de rechazar por reflejo, sino de leer con precisión lo que este nombramiento implica: una redefinición de prioridades que nos obliga a repensar la soberanía no como bandera simbólica, sino como práctica estratégica.
La designación de Ronald Johnson como embajador ha abierto un nuevo capítulo en la compleja relación entre México y Estados Unidos. El tiempo dirá si este capítulo estará marcado por la confrontación o por una cooperación más estrecha y efectiva.

