La última creación del gurú de la productividad no es un nuevo método, sino un reloj que cuenta los días que te faltan para morir

Hace algo más de un año, en Xataka hablamos del ‘segundo cerebro‘, ese concepto popularizado por el gurú de la productividad Tiago Forte.
Su última novedad no es otro libro ni otro método, sino una herramienta tan simple como perturbadora: Death Clock, una calculadora que predice con precisión matemática la fecha de tu muerte basándose en 17 variables personalizadas.
La calculadora te dice, tras responder algunas preguntas sobre tus hábitos de vida, el día exacto en que se espera que mueras. Y aunque suene un poco macabro e infantil, la idea tiene sentido.
Obviamente, no es una predicción exacta ni pretende serlo. Es más bien un memento mori digital, una forma moderna de practicar ese antiguo ejercicio filosófico de contemplar nuestra mortalidad para vivir mejor.
La aplicación simplemente traduce tus hábitos en una estimación de longevidad: cambia de «sedentario» a «ejercicio intenso diario» y verás cómo ganas una década de vida al instante. Una visualización numérica de cómo nuestras decisiones diarias se acumulan con el tiempo.
Y una curiosidad tecnológica: Forte no sabe programar, así que construyó toda la aplicación en unas pocas horas recurriendo al vibecoding con IA. Básicamente le dijo a un asistente de programación lo que quería y este fue creando el código por él.
Lo que realmente importa es cómo cambia tu perspectiva saber que ya has agotado, por ejemplo, el 40% de tu vida. De repente, esa reunión que podría haberse resuelto con un correo, esa serie mediocre que estás viendo por inercia o ese proyecto que llevas posponiendo durante años toman un peso completamente diferente.
No se trata de ser morbosos ni de deprimirse pensando en el final. Ni de darle más importancia de lo que tiene a lo que simplemente pone cifras a lo que ya deberíamos intuir. Simplemente tomar conciencia de nuestra finitud nos ayuda a filtrar el ruido y centrarnos en lo que realmente queremos hacer con el tiempo limitado que tenemos. Nos obliga a preguntarnos si es esto en lo que quiero gastar uno de los días que me quedan.
Y quizás ahí esté la clave de la productividad. No en hacer más cosas, sino en hacer las correctas. Las que realmente importan.
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