Para explicar por qué se va a gastar toda su fortuna Bill Gates ha acusado gravemente a otro multimillonario: Elon Musk
La Fundación Gates ha celebrado esta semana su 25 aniversario. Fundada en el año 2000 cuando Melinda French Gates tenía 35 años y Bill Gates 44 (y era el hombre más rico del mundo), se convirtió rápidamente en una de las organizaciones filantrópicas más importantes de la historia. Por ello, y porque hablar con Gates siempre es un “temazo”, el New York Times y el Financial Times han tenido acceso a una extensa entrevista. Pocas veces ha dejado titulares tan potentes. Gates va contra Elon Musk y anuncia el plan para liquidar una fortuna de 200 mil millones de dólares.
Una decisión trascendental. Sí, a los 25 años de su fundación, la Bill & Melinda Gates Foundation ha anunciado que cerrará definitivamente sus puertas el 31 de diciembre de 2045, tras haber destinado más de 100.000 millones de dólares a mejorar la salud global y el desarrollo humano y con el compromiso de duplicar esa cifra en los próximos 20 años. Gates, quien destinará casi la totalidad de su fortuna personal a esta etapa final, sostiene que las herramientas científicas actuales, incluyendo avances en IA, ofrecen una oportunidad única para lograr cambios radicales que hagan innecesaria su continuidad institucional.
Esta estrategia responde no solo a un impulso de eficacia y urgencia, sino también a la constatación de un retroceso preocupante en la cooperación internacional, agravado por el desmantelamiento de programas como USAID bajo la administración de Donald Trump, cuyas decisiones podrían traducirse en millones de muertes infantiles adicionales en las próximas décadas. Gates, aunque aún optimista, admite que la filantropía global atraviesa su momento más delicado desde principios de siglo.
Elon Musk y el terreno moral. La pugna entre dos de las figuras más influyentes del mundo contemporáneo, Elon Musk y Bill Gates, era conocida, pero ahora ha alcanzado una nueva y agria dimensión con las durísimas declaraciones del fundador de Microsoft. Gates acusó en el Financial Times a Musk de ser responsable, aunque de forma indirecta, de “matar a los niños más pobres del mundo” tras el desmantelamiento de la USAID, medida impulsada por DOGE, la entidad creada por Musk y respaldada por el gobierno estadounidense.
No solo eso. Gates denunció que esa decisión, tomada (según él) desde la ignorancia, ha paralizado la distribución de medicinas esenciales y alimentos en zonas vulnerables, además de poner en riesgo programas fundamentales para la salud pública en países como Mozambique, donde un hospital que evitaba la transmisión del VIH de madres a hijos fue afectado por recortes que Musk justificó erróneamente al confundir la provincia africana de Gaza con la región palestina del mismo nombre.
Una enemistad ideológica y larga. Como decíamos, la confrontación entre Gates y Musk no es nueva. En 2012, ambos coincidieron inicialmente en el Giving Pledge, un compromiso de donar gran parte de su fortuna a causas filantrópicas, pero Musk no tardó en calificar la filantropía tradicional de “basura”, defendiendo soluciones comerciales como los vehículos eléctricos de Tesla como herramientas más eficaces frente a desafíos como el cambio climático.
Su distanciamiento se agravó en 2022, cuando Musk supo que Gates había apostado en corto contra las acciones de Tesla, lo que desató su ira y provocó una respuesta pública fuera de tono en redes sociales. Según la biografía escrita por Walter Isaacson, esta revelación marcó un punto de no retorno entre ambos.
Un retroceso moral y financiero. Por tanto, el anuncio de Gates llega en medio de una desinversión sin precedentes en ayuda exterior. La drástica reducción del 80 % en el presupuesto de USAID, los recortes a programas clave como PEPFAR y el descenso de la cooperación internacional en países como el Reino Unido, Alemania y Francia, ilustran lo que Gates describe en el Times como una peligrosa retirada colectiva del compromiso con los más pobres.
La paradoja, según explica, es que mientras la ciencia y la innovación sanitaria ofrecen soluciones viables para erradicar enfermedades como el VIH, la malaria o la tuberculosis, el impulso moral y político para financiar estas soluciones parece estar desapareciendo. Subraya que en lugar de consolidar los logros de las últimas dos décadas, el mundo está al borde de revertirlos, no por falta de recursos, sino por un debilitamiento del “impulso humanitario” que, hasta hace poco, definía a las democracias ricas.
Un legado finito. Gates argumenta que, al establecer una fecha de cierre y no tratar de perpetuar el legado de su fundación, podrá destinar muchos más recursos de forma inmediata y decisiva. Este enfoque, que describe como un “bolus dose” filantrópico (una inyección de gran potencia), permitirá elevar el gasto anual de la fundación a unos 9.000 millones de dólares y concentrarse en áreas clave como la salud materno infantil, la erradicación de enfermedades infecciosas y la lucha contra la pobreza estructural.
Gates cree que, gracias a la innovación acumulada en los últimos años, es posible alcanzar objetivos ambiciosos como reducir a la mitad la mortalidad infantil, eliminar enfermedades endémicas en África y duplicar la productividad agrícola en el continente. Todo ello mientras impulsa el uso de IA en contextos locales (desde diagnósticos médicos hasta asesoría agrónoma en dialectos regionales) como motor para cerrar brechas históricas.
Entre el optimismo y la urgencia. En ambas charlas, aunque reconoce que la pandemia y la crisis de deuda en los países más pobres han frenado décadas de progreso, insiste en que el panorama no es irreversible. Ve en la tecnología, en la colaboración con nuevos actores filantrópicos y en el ejemplo de una fundación con fecha de caducidad, una vía realista para devolver fuerza al movimiento global por la equidad.
También afirma que no desea construir un monumento a su fortuna, sino devolverla al servicio de la humanidad en el momento en que puede tener más impacto. Frente a una nueva generación de multimillonarios más centrados en la exploración espacial o en intereses individuales, el hombre reivindica la urgencia de actuar ahora para evitar millones de muertes evitables y transformar, de forma definitiva, las condiciones de vida de los más desfavorecidos. En sus propias palabras, si no se logra ahora, ¿qué alternativa tendría? ¿Gastar su dinero en barcos?
La respuesta, según Gates, es moralmente obvia.
Imagen | World Economic, TED Conference