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Tras siglos sin movimiento, Suiza e Italia han tenido que redibujar su frontera en los Alpes. El motivo: los glaciares

Si tienes un mapa político de Europa en casa es probable que se quede desfasado en breve. Suiza e Italia están a punto de redibujar parte de su frontera alpina, bajo el monte Cervino, una de las cumbres más populares de la cadena montañosa. Lo más curioso es que no lo harán por una cuestión geopolítica, económica o basándose en algún viejo tratado entre reinos, como el que esgrime Portugal para reclamar un cambio en ‘la Raya’ a su paso por Extremadura. No. En el caso de Suiza e Italia el linde entre ambas naciones se replanteará por una cuestión práctica que se escapa al control de Berna y Roma: el calentamiento global.

Sencillamente, los Alpes en los que se basaron los topógrafos para dibujar la frontera en su día no son los Alpes que hay ahora.

¿Dónde está mi frontera? La pregunta puede resultar extraña, sobre todo en el corazón del Viejo Continente, pero tiene bastante sentido si hablamos de la frontera entre Italia y Suiza en los Alpes, trazada en su día tomando como referencia los glaciares, las líneas divisorias de aguas, crestas y nieves perpetuas.

Hace unos años de hecho un refugio de montaña próximo al pico Testa Grigia fue noticia porque los cambios en la orografía de la zona hicieron que surgieran dudas sobre a qué país pertenecía, a Italia o Suiza. En 1984, cuando se levantó, era un edificio italiano y como tal sus menús aún seguían escritos en italiano y sus tarifas se cobraban en euros en 2022. El problema es que ahora, cuatro décadas después de su construcción, se calcula que dos tercios del albergue están en suelo suizo.

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Y eso… ¿Por qué? Porque los glaciares de la cadena montañosa han cambiado, desdibujando los referentes que se tomaron en su día para trazar la frontera, como las cretas y nieves perpetuas. «A medida que los glaciares se derriten, estos elementos naturales cambian y redefinen la frontera nacional», explican desde la Oficina Federal de Topografía de Suiza (Swisstopo), que recuerda además que las grandes masas de hielo se han tomado como guía para dibujar «importantes tramos de la frontera» con Italia.

El problema es sencillo. A medida que los glaciares se derriten y cambian su fisionomía lo hacen también las divisorias de drenaje y las crestas que se usaron para definir los lindes entre ambas naciones. El pequeño refugio de montaña próximo a Testa Grigia ofrece un ejemplo fantástico. En su caso el retroceso del glaciar Theodul afectó a la cuenca hidrográfica e hizo que gran parte de su terreno pasase a situarse teóricamente en el sur de Suiza.

De la topografía a la política. El desafío no es nuevo. Italia y Suiza son conscientes del problema desde hace tiempo y hace más de un año, en mayo de 2023, ambos países acordaron «un proyecto de convenio» para rectificar la frontera que los separa y pase a ajustarse a «los intereses económicos» de las dos naciones.

Desde el Gobierno helvético aseguran que tanto ellos como sus homólogos italianos comparten el deseo de rectificar los lindes en la región de Testa Grigia, Plateau Rosa, Rifugio Carrely Gobba di Rollin. El acuerdo es relevante entre otras cuestiones porque está en una zona con estaciones de esquí, como Zermatt.


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Detalles aún por desvelar. Para conocer exactamente los cambios y cómo alterarán la frontera alpina habrá que esperar. Al menos así lo aseguraba hace unos días el Gobierno suizo. Su Consejo Federal ya ha dado el visto bueno a la firma de convenido para “rectificar” la frontera con el país vecino, pero el pacto no se dará a conocer hasta que los trámites hayan finalizado del lado italiano.

«Al tratarse de una pequeña rectificación fronteriza, el Consejo Federal [de Suiza] está autorizado a celebrar el acuerdo por sí mismo. Por ello aprobó la firma del convenio relativo a la rectificación de la frontera —detallan las autoridades helvéticas—. En Italia está en marcha el proceso para aprobar la firma del pacto. Una vez lo hagan ambas partes, se publicará el acuerdo y se procederá a la rectificación».

El problema de fondo. Si el acuerdo de Italia y Suiza se ha convertido en una noticia de alcance internacional, que ha trascendido a ambos países, no es tanto por lo mucho que vaya a cambiar la frontera entre ambos naciones, sino por lo que nos dice sobre el calentamiento global. Al fin y al cabo la revisión tiene un motivo claro: cambios en los glaciares. Cambios claros y que se han concretado en poco tiempo. Los últimos datos, citados por la BBC, reflejan que los glaciares de Suiza perdieron el 4% de su volumen en 2023, la segunda mayor pérdida registrada, solo por detrás de 2022, cuando se anotó un derretimiento récord del 6%.

La explicación para la Red Suiza de Vigilancia de los Glaciares (Glamos) está clara: sus informes atribuyen la pérdida de hielo a la sucesión de veranos cálidos y la escasez de nevadas durante el invierno de 2022. El organismo ya advierte que algunos glaciares suizos encogen tan rápido que será difícil salvarlos, incluso aunque se cumpla el objetivo del 1,5º del Acuerdo de París.

La huella del cambio climático. Se calcula que el glaciar Theodul, por ejemplo, perdió alrededor de la cuarta parte de su masa entre 1973 y 2010, lo que —precisa EuroNews— dejó a la vista roca que hasta entonces había permanecido bajo la capa de hielo, alteró la divisoria de aguas, obligó a redefinir unos cien metros de frontera y afectó al famoso refugio para montañistas de los Alpes.

Desde entonces Europa ha registrado su verano más caluroso desde que hay registros y la pérdida de nieve ya ha afectado a estaciones de esquí a reducir sus temporadas o cerrar las puertas de forma definitiva por la falta de nieve.

Imágenes | Björn S. (Flickr) y Justin Clements (Flickr)

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