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El Invasor, una historia que se niega a morir en la lucha libre

CIUDAD DE MÉXICO, julio 11 (EL UNIVERSAL).- Una lesión en la pierna acabó con la carrera del Invasor, quien a los 80 años está lejos de rendirse, y aún sueña con volver a pisar un cuadrilátero para compartir lo que aprendió, con los nuevos luchadores.

Hace mucho que no se para en una arena, confiesa que tal vez sea la tristeza o la nostalgia, pero no ha vuelto. Aun así, tiene fresco en la mente cómo inició su aventura.

«A la que le gustaba mucho la lucha libre era a mi mamá, me llevaba a la Arena Coliseo, donde vi a la Tonina Jackson, al Cavernario, Enrique Llanes, era a los que de ‘chamaco’ admiraba y me fui aficionando», comparte con el Universal Deportes.

Más tarde empezó a ir al gimnasio Atlas a practicar fisicoculturismo, solo que ahí daban clases de lucha y boxeo, y el flechazo fue irremediable.

«Me invitaron a practicar lucha olímpica con el Acorazado Moreno durante casi un año, después la intercolegial y la grecorromana, «así fue mi proceso de tres años aproximados antes de entrar a la profesional. Me gustó porque era muy divertida. Entonces, me recomendaron al Caballero Tigre, quien me entrenó antes de ir a la empresa (Arena México).

Ahí, Raúl Reyes lo terminó de pulir y se fue a curtir a provincia. «Iba solo de visita a Mérida pero había una arena de lucha libre y pedí permiso de entrenar con ellos, me aceptaron y me vieron tan bien que empecé a luchar».

No había equipo y mucho menos nombre de batalla, «pero me mandaron a hacer uno y debuté como Black Scorpio, luchaba en los alrededores y la pasé muy bien».

Pero su destino era otro. «Regresé para hacer mi examen profesional para luchador y el señor Adolfo Bonales me puso el nombre de Marco Polo, luché varios años con ese personaje hasta que me propusieron hacer equipo con otro muchacho como los Invasores, que estaban inspirados en un programa de televisión».

Trabajaron un tiempo hasta que lo llamaron de la empresa del señor Lutteroth para hacerle un examen y se quedó. «En una ocasión me mandaron a Guatemala como el Invasor y el promotor de allá me programó como The Tempest, ese fue el cuarto personaje en mi historia».

Todo era bueno hasta que las lesiones comenzaron a mermarlo. Tuvo tres operaciones en la pierna izquierda por el desgaste provocado por la lucha libre, eso motivó su retiro, «yo quería llegar más arriba, fue lo más triste que pudo haberme pesado. Ahora estoy esperando que se dé la oportunidad para operarme la otra pierna, pero en mi mente siempre pienso que estoy activo».

Y tiene derecho a sentirlo, pues se codeó con figuras del tamaño de El Santo, Rayo de Jalisco, Anibal, Cavernario Galindo, Raúl Reyes, Sugi Sito y Mil Máscaras. «Son los de mayor renombre. Pero siempre pensé que si no hay preliminaristas, no hay estrellas. Así que el respeto por todos es el mismo».

Desde que se alejó del pancracio ha visto a un par de excompañeros como el Talismán y Javier Llanes, pero en realidad se desligó por completo de la lucha libre. «Hace poco visité al Fantasma (presidente de la Comisión de Lucha Libre de la Ciudad de México) para pedirle apoyo para realizarme la operación de la pierna. Agradezco que haya aún gente que quiera echarte la mano».

De nadie espera mucho más, pero acepta que las empresas deberían tomar más en cuenta a los luchadores con experiencia para ayudar a los nuevos a ser más efectivos. «Mi orgullo es que empecé desde muy abajo. En lugares donde se luchaba en la pura tarima con una sábana encima y las cuerdas eran unas reatas. Una ocasión el hermano del Rayo de Jalisco nos invitó a una función, fue claro que solo nos iban a dar de comer, así eran los inicios pero luchaba con gusto porque iba tomando experiencia».

Así llegó a la López Mateos y a la Aurora, retos que le ayudaron a sufrir menos en la empresa grande. «La verdad me da nostalgia e impotencia de que me haya pasado lo que sucedió, porque me quedé con ganas de subir más y fue algo que se me cortó. Me da tristeza haber parado antes de tiempo».

Tal vez por eso, hace muchos años que no se para en una arena, «no me llama la atención ver a los luchadores, no sé si sea por tristeza o nostalgia. Así que no puedo opinar de ellos, porque no los veo».

Pero que nadie descarte su regreso al ring. «Si me llegó a operar y quedo bien, me gustaría tener un grupo de muchachos para compartirles lo que sé, es algo que me daría mucho gusto. Ojalá que pueda lograrlo».

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